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Todos los pueblos tienen problemas, tareas pendientes que resolver. Al igual que en cada casa, cada familia, cada institución, en cada país y en el mundo en general, existen complicaciones que aunque urgen solucionar, algo siempre hará que se retrase por priorizar otras.

En nuestro país, desde que tenemos uso de razón escuchamos las quejas de los pobladores de diferentes comunidades. Reclaman mejoras en el servicio eléctrico, suministro de agua, rebaja de los precios de los artículos de la canasta básica, alza de salarios, arreglo de las calles entre otras peticiones.

Afortunadamente en el último tramo, se ha sumado a los reclamos y protestas, un grupo de personas que aunque no deja de reconocer la prioridad de proveer a los ciudadanos de sus necesidades esenciales, piden, exigen el encarcelamiento de los corruptos y la devolución de los bienes sustraídos del Estado.
En cierto modo, la corrupción se lleva entre las uñas los recursos que deberían ir destinados a una mejor calidad de vida, con mejores servicios de salud, educación, alimentación, agua, luz, y todo aquello a que un ciudadano tiene derecho a alcanzar.

Muchos factores han influido y siguen influyendo para que la gente de los barrios populares de República Dominicana continúe haciendo a sus autoridades los mismos reclamos desde hace ya más de 50 años.
Podrían enumerarse varios. Es más faltaría espacio, pero existen dos que sobresalen de manera grosera.
El primero, ya lo hemos señalado, es la corrupción, la falta de honestidad de algunos funcionarios en el manejo de los recursos públicos. La otra, es penosa, vergonzante y vulgar. Se trata de la lucha de interés político.

Muchas veces, los gobernantes tienen buenas ideas de realizaciones, inversión, desarrollo, proyectos de salud, de educación y de seguridad ciudadana, que sencillamente son boicoteados, a veces por la oposición, que se empleará a fondo para que no pasen en el Congreso, en un afán por impedir que el Presidente de turno se anote “puntos entre los electores”. Otras veces son los opositores internos, es decir, dentro del mismo partido gobernante.

Se ha visto siempre y no solo en nuestro país.

Esta es una lucha eterna que en vez de ir terminando se va extendiendo hacia otros territorios, incluso, en países donde se suponía que la cultura era la de que el país y su bienestar estaban muy por encima de los intereses partidarios y personales.

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