La salud humana a escala global enfrenta nuevas amenazas, debido a los elementos contaminantes que se están generando, los efectos del cambio climático, los escenarios de guerra, y otros factores que inciden internamente en países industrializados y sobrepoblados, con culturas y costumbres un tanto complejas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el cambio climático como la principal amenaza a la salud para el siglo XXI. El Comportamiento del clima, en ocasiones con cambios abruptos, y la frecuencia cada vez mayor de los fenómenos atmosféricos, derivan en enfermedades virales de fácil contagio, lo que genera presiones a los sistemas de salud y a las autoridades políticas, por los cuestionamientos a los programas de prevención y a la gestión de las situaciones de crisis.

Aunque parezca tremendista, lo cierto es que el aire y la lluvia arrastran todo; solo hay que ver la distancia que recorre el polvo del Sahara y cómo en Europa se pudo detectar rápidamente el aumento de las radiaciones nucleares, cuando la catástrofe de la ciudad ucraniana de Chernóbil, en abril de 1986, sirvió de alerta al mundo y propició que las autoridades soviéticas admitieran lo que estaba sucediendo, puesto que habían abordado la situación con mucha discreción, razón por la cual hubo tantos muertos y lesionados, según las investigaciones posteriores.

En un trabajo publicado por el portal de noticias del Parlamento Europeo, titulado “Las fronteras de la UE: la central nuclear sueca que alertó al mundo de la catástrofe de Chernóbil”, con fecha del 15-5-2014, se establece que, luego de que sonara la alarma en Forsmark, la segunda planta nuclear más grande de Suecia, un análisis les permitió identificar que las partículas radioactivas encontradas en el césped eran específicas de las centrales nucleares soviéticas. Además, durante el fin de semana de finales de abril de 1986, el viento había soplado desde el sureste y llovió en el noreste de Suecia, lo que contribuyó a que las partículas radioactivas se depositaran en la zona. Como se aprecia, el aire y la lluvia arrastran todo, a distancia inimaginable.

En la actualidad hay dos conflictos armados: Rusia y Ucrania, así como Israel y Palestina, donde a diario se producen operaciones militares que generan efectos contaminantes, porque la artillería utilizada está hecha con elementos químicos como el aluminio, carbono, fósforo y hierro, lo que tiene un impacto en la calidad del aire, en el suelo y en las fuentes de agua.

Concomitantemente, surgen informaciones sobre un virus de las vías respiratorias que ataca mayormente a la población infantil en China, un dato no comprobado y que quizás podría tratarse de una teoría conspirativa, pero que dados los antecedentes del gigante asiático con el manejo discrecional del origen y evolución del Covid, hay que prestarle atención y darle seguimiento, más cuando estamos en la antesala del invierno, época en la que el frío tiene un impacto directo en el aumento de las afecciones respiratorias.

En lo referente a Latinoamérica, la incidencia de los fenómenos atmosféricos de los últimos meses crea más vulnerabilidad. El paso del huracán Otis por la zona turística de Acapulco, México, dejó una devastación de la que todavía no se reponen los residentes, muchos de los cuales han padecido de brotes de enfermedades gastrointestinales y de la piel que surgieron por la falta de agua potable.

Esto debe servirnos de referencia para fortalecer la prevención y el monitoreo de las enfermedades virales de fácil contagio, que pueden surgir o aumentar las estadísticas luego del evento climatológico del pasado fin de semana. Como se aprecia, la naturaleza cada vez nos pone más a prueba, y este es un llamado de alerta para cambiar nuestra interacción con ella.

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