Los acontecimientos que actualmente bordean el comportamiento del mundo podrían marcar el verdadero destino de la humanidad a partir del año 2022, sobre todo, con el recrudecimiento de la “Guerra Fría” entre China, Estados Unidos y Rusia, matizada por la realidad de Venezuela, Nicaragua, Cuba, El Salvador y Bolivia.
Los chinos están haciendo todo lo posible por dominar el mundo con el apoyo de Rusia y Corea del Norte, mas los norteamericanos parecen que no están dispuestos a ceder terreno como policía del mundo, sacando a flote las intenciones de sus grandes oponentes.
Si la situación sigue como va y el uso de la tecnología continúa su curso en esa dirección, los próximos meses serán de gran tensión y la geopolítica sufrirá cambios de trascendencia, tanto en la visión como en el ejercicio de la diplomacia y los acuerdos obligados que tendrán que considerar las potencias.
Los países pequeños, aquellos que siempre pagan por los platos rotos, tendrán que sacar espacio para mirar su porvenir y, saber a ciencia cierta, cuál será el sendero más adecuado y beneficioso para seguir subsistiendo en este universo convulso.
Aquí debemos colocar la situación de Haití, Taiwán y Corea del Norte que, conjuntamente con Venezuela, serán temas de debate en los próximos días y cuya realidad ocupará tiempo y espacio en los pensadores y especialistas en geoestrategia.
Otro aspecto preocupante, en este contexto, lo constituye la pérdida de interés de gran parte de la juventud por los problemas que afectan su porvenir, pues dedican mayor tiempo a las redes, acontecimientos sociales, la farándula y otros aspectos banales, que a la construcción de una descendencia más sana y comprensiva.
El 2022 será un año preocupante para la humanidad y sólo nos anima la esperanza de un cambio en el liderazgo de las naciones envueltas o la comprensión del mensaje de vida, por quienes ahora nos gobiernan. Ojalá que esta percepción sea solo una emoción y no un presagio.
