Recuerdo cuando inicié mis estudios que un profesor nos dijo a un reducido grupo de estudiantes que las universidades deberían enseñar al hombre a ser libre y a pensar por cuenta propia. En nuestro país no es extraño que ante una situación determinada, un grupo de instituciones o movimientos como se le quiera llamar ‘coincida’ casi automáticamente con la posición de un partido determinado y lo mismo ocurre con comunicadores que se autocalifican de independiente.

Y es que la capacidad de ampliar las posiciones de un determinado partido, encubierta en organizaciones de la llamada sociedad civil, puede tener un efecto extraordinario sobre la creación de la opinión pública.
En esos tiempos de estudiantes las organizaciones políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) dependían y dependen todas de un determinado partido político, cuya dirección le traza líneas.

Y lo mejor sería nos seguía diciendo el profesor que la clave de una sociedad civilizada reside en una ciudadanía que asuma responsabilidades y no espere de políticos y partidos, que le solucionen los problemas, sino que sepa deliberar sobre ellos y sumarse a la búsqueda de salidas.

El término sociedad civil como concepto de la ciencia social, designa a la diversidad de personas que con categoría de ciudadanos y generalmente de manera colectiva, actúan para tomar decisiones en el ámbito público que consideran a todo individuo que se halla fuera de las estructuras gubernamentales.

Y en su aceptación más amplia, tiene cinco componentes institucionales, un tejido social de asociaciones, mercados económicos, y unas normas generales y una autoridad pública limitada.

En otras palabras, un conjunto de entidades, tales como sindicatos, organizaciones no gubernamentales, barriales y campesinas, en fin, decir todo lo que no es militar, político partidista, o pertenece al gobierno.
En demasiadas ocasiones he oído decir que el ciudadano cree que su función como tal empieza y termina con el voto.

En países como Estados Unidos de América, que tiene 246 años de democracia, hay ciclos en los que el ciudadano se interesa más por sus asuntos propios que por los colectivos.

Es lógico que lo público esté templado por lo privado, pero lo imperante es no ser manipulado por intereses externos.

En nuestro país existen muchos ciudadanos con capacidad de reflexión, que se sienten concernidos y preocupados por lo que puede suceder en un momento determinado en la sociedad.

Y no es raro que esos comentarios de esos ciudadanos a veces sean apoyados por un grupo de la llamada sociedad civil y de partidos políticos. Pero todo en la vida cumple una función, sin embargo debemos estar convencidos de que cualquier problema se resuelve a través del diálogo del pensar y reflexionar.

El mundo de hoy, es el de las concertaciones de ideas, de la búsqueda de soluciones consensuales. Es un deber de todos los ciudadanos, pues la democracia debe ser una responsabilidad de todos. El no tolerar irregularidades como dice el señor presidente Luis Abinader es un bien para todos.

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