En medio del sombrío panorama económico que nos dejó la pandemia del COVID-19 en 2020, destaca el comportamiento positivo que mostraron las remesas familiares provenientes del exterior. Las cifras del Banco Central reflejaron un total de 8,132 millones de dólares, un aumento de 1,132 millones respecto al 2019. La tasa de crecimiento de un 16% fue la más elevada de las últimas dos décadas.

Por primera vez en los últimos treinta años, las remesas representaron más del diez por ciento del ingreso de la economía, 10.4%, desempeñando un rol fundamental como amortiguadores de la crisis económica. Solo el aumento verificado en 2020, unos 64,500 millones expresados en pesos, fue equivalente casi al 50% del esfuerzo que realizó el gobierno en ese año a través de todos los programas de ayuda sociales implementados.

Las estadísticas avalan que cuando el país ha sido afectado por fenómenos atmosféricos o crisis económicas, la solidaridad de nuestra diáspora normalmente se expresó a través de incrementos en los flujos, pero en circunstancias de crisis económicas en los países de origen, éstas se desaceleron o se contrajeron. Por eso resalta lo ocurrido el pasado año, cuando las principales naciones de origen de los flujos hacia el país, sufrieron fuertes contracciones de sus economías y sus niveles de empleo.

Despierta interés conocer las razones socioeconómicas que pudieran explicar, por qué en 2020 se produjo un fuerte incremento de los flujos de remesas proveniente de nuestra diáspora, distinto a lo ocurrido en ocasiones previas.

Un aporte subestimado

Durante el período 2000-2020, las remesas aportaron un monto acumulado de 82,728 millones de dólares y han crecido de manera sostenida a una tasa promedio de 8.5%, con excepción del 2009 durante la crisis financiera global. Este aporte equivale al 7.4% del total del ingreso generado por la economia del país en esos años y a 2.1 vez el total de la inversión extranjera directa, asi como al 89% de los ingresos generados por el turismo.

A pesar de los aportes de las remesas a la economía y a la mitigación de la pobreza, existen escasos estudios dedicados al análisis de su impacto socioeconómico y el perfil de los remitentes, lo que dificulta realizar análisis comparado que ayuden a responder la inquietud planteada precedentemente.

El perfil del remitente de remesas

En una encuesta sobre las remesas en República Dominicana, realizada en 2014 por el Foro de Remesas de América Latina y el Caribe, se obtuvieron resultados sobre los que se pueden elaborar algunas hipótesis para intentar explicar el comportamiento de los flujos en 2020.

La encuesta arrojó que en promedio los remitentes tenían 11.3 años de escolaridad y más de 14 años residiendo en el país de acogida. El 56% había iniciado estudios universitarios o había alcanzado un grado técnico o había concluido un grado de licenciatura. El ingreso promedio mensual de los que envían remesas fue de 2,669 dólares, con un sesgo a favor de los hombres que reportaron ingresos por 2,921 dólares.

Otro aspecto relevante fue el relativo a los receptores y al uso de las remesas. Más del 90% se destinan a satisfacer necesidades básicas, como alimentación, salud y educación y los receptores en más de un 90%, son padres, hermanos, cónyuges e hijos.

Estos datos sugieren que estaríamos en presencia de migrantes con mayor escolaridad, estabilidad laboral e ingreso, que han podido acumular un acervo de riqueza suficiente para afrontar contingencias como la del COVID-19 y poder reaccionar para proteger el consumo de bienes básicos de sus familiares cercanos, amenazado por la crisis.

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