Jamás ha existido un ser humano para el cual Dios no haya concebido un plan antes de traerlo a este mundo. Su plan es lo mejor que nos puede alcanzar.

El diseño de nuestro ser es una evidencia de ello y una extensión de nuestra semejanza divina. En Su palabra, hallamos el sendero para caminar en ese plan, en la cruz, la oportunidad para morir al nuestro, en la fe, la disciplina para cumplirlo exitosamente, más por medio del amor, encontramos la pasión para disfrutar y vivir las razones que lo originaron.

El plan de Dios lo trae a El mismo a acompañarnos a nuestro destino, mientras el nuestro, nos deja solitarios en una meta. Por ello es mejor improvisar con Dios, que planificar sin Él.

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