El fuego que produce un gran dolor puede devorar una gran esperanza pero nunca un gran amor. Cuando Dios habita el fuego de tus pruebas y te acompaña en la incertidumbre, mientras sus flamas te abaten, Dios fortalece tu fe y templa tu carácter. Amar es de valientes, seguir amando es de tenaces; creer es de sabios más seguir creyendo es de audaces, y quienes lo hacen elevan este mundo cada vez más artificial y lleno de elementos descartables.

Mientras el amor puede derretir la Antártida la fe puede congelar un abismo, y ambos fuegos coexisten perfectamente en el corazón. Por tanto cuida bien qué enciende tu corazón porque el fuego determina lo que prevalecerá. ¡ Si lo que arde en tu interior no quema tus dudas, ellas congelarán tu fe!

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