El gran desafío de los hijos de Dios en estos días es el de vivir de acuerdo con las exigencias de su palabra en un tiempo cargado de distracciones. Esta vida nos enfría tanto que preferimos el punto más alto de una realidad a pagar el precio de vivir una verdad básica y justa. Tal vez estamos libres de pecados y de malos hábitos pero enjaulados en una vida cristiana sin poder, con dones secos y por tanto sin la relevancia y efectividad de la Iglesia primitiva. Cuando la Biblia nos dice que no nos conformemos a este siglo ni vayamos en las corrientes de este mundo, está haciendo una clara contraposición a buscar el fruto de su Espíritu, el reino de Dios y su justicia y no las recompensas humanas.