La serenidad es un árbol cuyas raíces se alimentan en las frías corrientes de los ríos subterráneos del pensamiento. Serenidad puede crecer en un terreno accidentado de demandas y presiones, no obstante, cual palmera se erige contra sol, viento y marea, deslumbrando firmeza, estabilidad, determinación y confianza. La serenidad es la madre de la sobriedad, la virtud de aquellos espíritus que han sido templados en los procesos donde la seguridad es puesta a prueba tramo a tramo, es el brillo en la sonrisa de aquellos que conquistaron en silencio, es el mensaje en la mirada abarcadora y firme de quienes ya estuvieron en el futuro por medio de su fe, es el código de los pacificadores, caminantes sin retorno, que sorprenden aun a los roedores de los muros sagrados.

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