¡No desesperes! Nada tan potente para ir más allá de lo usual como el poseer una revelación personal dada por el Espíritu Santo. No existe convicción mayor que esa que es engendrada en las profundidades del corazón, allí donde nadie puede arrancarte lo que sabes, lo que has visto con los ojos de la fe, esa certeza que se alimenta de la placenta de tu creer. Allí las dudas no llegan, ni los ecos de los burlones y los simuladores, únicamente existe esa conexión como la del choque de una piedra con otra piedra: la palabra de Dios y tu alma, una conexión tan fuerte como la caricia de dos grandes amores y tan volátil como el fuego unido al gas. Allí lo imposible solo tarda un poco más.

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