En Daniel 2:48 observamos al gran Nabucodonosor reconocer a un joven lleno del Espíritu de Dios: “Entonces el rey engrandeció a Daniel y le dio muchos regalos espléndidos, y le hizo gobernador sobre toda la provincia de Babilonia y jefe supremo sobre todos los sabios de Babilonia”. Las condiciones más adversas y desventajosas no impidieron el propósito de Dios con Daniel, político, consejero de la corte real y sobre todo profeta del Dios Altísimo. Nunca se contaminó con las filosofías babilónicas, su corazón estuvo apegado al mandamiento divino, su ética y su cosmovisión no se corrompieron con el implacable sistema imperial. Dios puede hacer más con un hombre consagrado que con una mayoría descarriada. Un hombre muerto al ego, está vivo para recibir toda la sabiduría de Dios.

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