Proteger a la sociedad de individuos peligrosos requiere herramientas justas y combinadas: leyes adecuadas, un sistema judicial imparcial y un sistema correccional que asegure la rehabilitación del delincuente. Para esto último hay que educar al reo y proveerle de las habilidades que le permitan su reincorporación a la sociedad. Es lo que con frecuencia les escuchamos decir a los especialistas. Es como un sistema de “salud social” en el que lo fundamental debe ser el enfermo y la cura de la enfermedad. Si el paciente progresa se le pueden quitar o relajar restricciones (libertad condicional, por ejemplo). Y aunque el tratamiento pueda ser doloroso, el dolor no es el fin en sí mismo.

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