La falta de estadísticas actualizadas sobre la agricultura dominicana impide que pueda verse en amplitud cuál es la situación de ese sector tan importante para la economía nacional.

Por años se ha estado esperando un censo agropecuario que conforme pasan los años parece también alejarse. Incluso, datos que parecen ser de aritmética simple tienen atrasos importantes.
Por ejemplo, cuando se accede al portal del Ministerio de Agricultura para conocer el consolidado de siembra por cultivos por mes y años, las cifras más cercanas están referidas al año 2019.

Significa que si se parte de esos datos para tomar cualquier decisión o realizar inversiones, se corre el riesgo de “sembrar” sobre bases no tan sólidas. En más de dos años la situación de un país puede cambiar totalmente. Y es precisamente el caso.

Cuando se resumieron esas cifras del Ministerio de Agricultura, el mundo no había recibido aún la pandemia de covid-19, el precio de barril de petróleo no era el de hoy y no se sospechaba de Rusia y Ucrania estarían envueltos en un serio conflicto bélico.

De acuerdo con cifras oficiales de hace casi tres años, entre los años 2012 y 2019 el país logró incorporar 498,435 tareas más a la siembra de diversos rubros. En diciembre de 2012, República Dominicana tenía sembrada de distintos rubros cinco millones 484,455 tareas y en diciembre de 2019 tenía cinco millones 983,390 tareas.

La vez más reciente que tuvo el país cerca de un ceso fue en 2015, cuando la Oficina Nacional de Estadística (ONE) presentó resultados del levantamiento del Pre-censo Nacional Agropecuario, ejecutado con una inversión de RD$113.3 millones.
De los recursos, la Unión Europea aportó una parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) otra, el Ministerio de Agricultura también dispuso de dinero y lo propio hizo la ONE.

Para el censo definitivo faltaron ocho millones de dólares que no tenía el país”, según informó varias veces el entonces ministro de Economía Temístocles Montás, cuando se le preguntaba sobre la cuestión.

Del último censo agropecuario que se realizó en República Dominicana pasaron ya 41 años. Se hizo en 1981, mientras que el proceso de reforma agraria se había realizado en los años 70.

Con ese levantamiento se pudieron ofrecer datos certeros, similar a lo ocurrido en 1935, cuando en República Dominicana había 6 millones 724,900 palmeras, 142,822 matas de caimito, 3.6 millones de tareas de yerba guinea, un millón 103,204 tareas de plátano, 926,289 tareas de café y un millón 20,851 tareas de cacao. Había también para entonces 265,881 caballos, 852,973 cerdos, 913,128 vacas y 2.6 millones de aves (incluyendo gallinas, patos y patos). Había 308,742 colmenas y 137,268 burros. La cantidad de habitantes del territorio dominicano era para entonces un millón 479,417.

El tiempo transcurrido desde 1981 es suficiente para que hayan ocurrido aquí situaciones distintas, como tornados, ciclones y otros fenómenos de la naturaleza, así como para que llegaran plagas que han afectado la producción. Incluso, están disponibles tecnologías de las que en 1981 no se tenía ni la remota idea. En fin, la realidad es otra a partir de esos acontecimientos. Se requiere, por ejemplo, tener detalles sobre infraestructuras, vías de comunicación, actividades agrícolas en las provincias y en los municipios y otros puntos de valor.

La falta de datos y estadísticas actualizados sobre el sector agropecuario es una limitante para impulsar programas de desarrollo, sectoriales y segmentados, dentro del renglón alimentos. Eso lo han advertido distintas agencias con presencia en suelo dominicano, entre ellas la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Cuando se tiene estadísticas frescas, es posible planificar los volúmenes de producción que necesita el país, algo así como poner en equilibrio la oferta y la demanda. Se evita, adicionalmente, que la producción salga toda a la vez, que se depriman los precios y se descapitalicen los productores; es puede evitar el desabastecimiento del mercado y el incremento de los precios; perjudicando a la población más vulnerable y poniendo en riesgo su seguridad alimentaria”.

Es vital saber con exactitud el número de productores que existen en el territorio nacional -con sus áreas- y el potencial productivo, y tenerlos georreferenciados, aprovechando la tecnología de la información para impulsar una agricultura de precisión.

Sobre el maíz no existen datos cercanos a la crisis

El mercado local e internacional demandan cada vez más productos comestibles. República Dominicana tiene potencial para producirlos, tomando en cuenta su clima y la calidad de sus tierras. Pero sencillamente, o esos rubros no se cultivan en cantidades comerciales en el país o simplemente no se cuenta con números certeros sobre ellos. La lista es amplia. Están, por ejemplo, el lulo, la pitahaya, maíz, tamarindo, rulo, la manzana de oro, la batata, y la yautía.

En el caso de la pitahaya, el 18 de febrero de 2018 el Gobierno pasado anunció que estaba dispuesto a financiar la producción de esa fruta en Vicente Noble, Barahona, con una inversión que -en una primera etapa- llegaría a los 15 millones 300 mil pesos. El proyecto apuntaba a que se fomentara el cultivo de 500 tareas de pitahaya. En el país otros cultivadores pequeños –de manera dispersa- se han interesado en sembrar pitahaya.

Tampoco se tienen informaciones firmes sobre esto. De maíz, por ejemplo, en 2019, según informaciones colgadas en la página oficial del Ministerio de Agricultura, se sembraron 418,098 tareas. Pero no se tienen datos más aproximados a las crisis, tanto de covid, como de materias primas.

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