Miles de personas recorrían decenas de kilómetros. Otros cientos de miles motivaban y aplaudían a sus familiares y amigos para que alcanzaran la meta. Mientras dos jóvenes caminaban de manera sigilosa con mochilas y gorras en medio de la muchedumbre con un plan en mente.

Era el tradicional Maratón de Boston, el día más especial y festivo para los bostonianos; sin embargo, nadie imaginaba que aquel 15 de abril de 2013 sería el momento más oscuro de esa ciudad.

Alrededor de las 2:50 de la tarde, una fuerte explosión sacudió la calle Boylston, cerca de Copley Square. Doce segundos después, y alrededor de 50 metros de distancia de ese estallido, otro estruendo ocurrió cerca de la meta.

El pánico se apoderó de todos. Ya no solo era un maratón para corredores, el lugar se había convertido en una estampida. Decenas de heridos se retorcían en el piso, algunos mutilados y otros tratándose de poner en pie. No pocos llegaron a resbalarse y caerse por los charcos de sangre que se formaron en las aceras.

Los gritos de dolor de las víctimas estremecían la zona. Muchos no solo habían resultado afectados por la explosión, sino que en sus cuerpos estaban incrustados clavos y tornillos. Tal revelación sería la primera pista para determinar que se trataban de artefactos explosivos hechos en casa.

Un atentado viral

Tres personas habían muerto y al menos 250 resultaron heridas y mutiladas. Las autoridades estadounidenses estaban desconcertadas y temían que hubieran otros artefactos explosivos u otras personas involucradas en el atentado.

Las redes sociales se inundaron de videos y fotos que retrataron ambas explosiones. El caos y la incertidumbre quedó captada en miles de celulares pertenecientes a gente que presenció la carnicería. En el lugar fueron recogidas de manera particular dos mochilas destrozadas desde su interior, repleta de clavos, tuercas y ollas de presión en sus alrededores.

Estaba claro que habían sido colocadas de manera estratégica para causar el mayor daño posible. Es por tal razón, que las autoridades revisaron horas interminables de grabaciones de videos y cámaras en áreas públicas, cerca de los puntos en que estallaron los artefactos.

Tras varios días de observación, los peritos dieron con los sospechosos. En las grabaciones se podían ver a dos personas con gorras blanca y negra, uno de ellos con gafas oscuras, dejando sus respectivas mochilas en el suelo y salir huyendo del lugar segundos antes de estas volar en miles de pedazos.

La cacería

Aunque en principio las autoridades no querían filtrar las imágenes de los sospechosos del atentado en el Maratón de Boston por temor a que se escaparan. Estos se vieron en la obligación de mostrarlos a la prensa luego que se enteraron de que hubo una filtración en los medios de comunicación.

Los rostros de los dos sospechosos estaban en las redes sociales. Eran los hombres más buscados de Estados Unidos. No obstante, no hubo llamadas ni pistas. Tal parece que nadie conocía a los individuos que habían sembrado el terror en el Maratón de Boston.

Sin embargo, a decenas de kilómetros de lugar del atentado, una llamada en Emergencias atrajo la atención de las autoridades. Un oficial de policía recibió al menos siete disparos mientras estaba parqueado en una zona residencial. Habían intentado despojarlo de su arma de reglamento. Su cadáver quedó en su patrulla policial.

Mientras las unidades policiales se dirigían hacia el punto del asesinato, de manera simultánea dos jóvenes secuestraban a un nacional chino en su propio vehículo. Tras horas de estos conducir con destino a Nueva York, se detuvieron en una gasolinera para echar combustible.

Ese fue el momento que cambiaría el rumbo de los sucesos, pues el nacional chino pudo aprovechar que uno de los secuestradores se había desmontado del vehículo para escapar y alertar a las autoridades. Cuando estos acudieron al llamado, el joven oriental les dijo: «Esos sujetos que tomaron mi vehículo me dijeron que eran los terroristas que hicieron volar el Maratón de Boston».

Muerte y captura

Ya estando a salvo, el nacional chino les dijo a las autoridades que el vehículo tenía un GPS. De inmediato, estos le dieron seguimiento y finalmente tuvieron el primer contacto con los sospechosos.

Era una zona residencial de Watertown, los jóvenes detuvieron el vehículo robado porque ya estaban rodeado por unidades policiales. De inmediato, uno de ellos la emprendió a tiros contra los policías, mientras el más joven lanzaba bombas caseras a los oficiales que retumbaban en el lugar.

Tras minutos de intensas balaceras, uno de los jóvenes cayó abatido por los polícias. Fue trasladado al hospital y murió mientras era atendido. Fue identificado como Tamerlán Tsárnayev, de 26 años. El otro logró escapar herido en el vehículo robado que posteriormente dejaría abandonado. Finalmente se supo que era su hermano menor, Dzhojar Tsárnayev, de 19 años de edad.

Los oficiales de Boston habían sido avergonzados porque permitieron que escapara uno de los terroristas. Las autoridades gubernamentales decretaron estado de sitio y durante cuatro días se desató una cacería para capturar a Dzhojar.

Increiblemente, Dzhojar nunca pudo alejarse. Durante ese tiempo estuvo escondido en un bote que estaba en el patio de una casa, debajo de una lona. Estaba herido y prácticamente moribundo. Allí aprovechó para escribir un manifiesto que daba signos de su radicalización musulmana.

El dueño de la casa se dio cuenta de su presencia y llamó a las autoridades, quienes finalmente pudieron capturarlo vivo.

Sus motivos

Tamerlán y Dzhojar Tsárnayev eran chechenos que habían migrado legalmente a Estados Unidos. En compañía de sus padres y hermanas.

Tamerlán era boxeador y deseaba participar en las olimpiadas de boxeo para representar a Estados Unidos, el país que lo había albergado. No obstante, las leyes estadounidenses prohibían ser representados por personas que no fueran ciudadanas de esa nación.

Estas leyes hicieron sentir en Tamerlán un profundo resentimiento hacia el país que él consideraba enemigo de la religión musulmana. Esta especie de rechazo, hizo que él se introdujera más profundo hacia el Islam.

Su hermano Dzhojar, en cambio, no hablaba de política ni mostraba signos de ser un radical musulmán. No obstante, su amor hacia Tamerlán lo hacía influenciable de manera poderosa.

Dos años después, Dzhojar fue acusado oficialmente de terrorismo y asesinato, y posteriormente fue condenado a muerte.

Actualmente se encuentra en el corredor de la muerte, en espera de su ejecución.

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