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En marzo de 2025, Roberto Rodríguez Marchena, figura clave en la comunicación política del PLD, compartió en su cuenta de X (antes Twitter), un mensaje que hoy resuena con más fuerza tras su fallecimiento.
Bajo el título “Mejor a tiempo que tarde“, dejó un diagnóstico certero del momento político que vive el Partido de la Liberación Dominicana y una advertencia estratégica: el tiempo no es un lujo que el PLD pueda darse.
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Marchena definió al PLD como un partido de “liberación”, no una burocracia política ni una maquinaria sin alma. Desde su perspectiva, su misión no es meramente administrar el Estado, sino transformar con coraje las condiciones de vida del pueblo dominicano. Una visión que, en sus propias palabras, exige “pensar estrategias con profundidad y aplicarlas con serenidad y determinación”.
La “advertencia” de Marchena al PLD
- El PLD debe diferenciarse como partido transformador, no meramente gestor.
- En un contexto de “privatización de la política”, el liderazgo presidencial es clave.
- La competencia electoral actual exige decisiones oportunas y liderazgo visible.
- El PLD debe actuar con eficacia, sin ingenuidad ni vacilaciones.
- La selección provisional de un candidato antes de marzo de 2026 es necesaria.
Rodríguez Marchena no ignoró los desafíos. Describió un escenario donde otros partidos ya avanzan con candidaturas definidas y donde el oficialismo goza de ventajas estructurales. El PLD, en cambio, carga con los efectos de una “guerra de casi cinco años”, marcada por persecuciones judiciales y asedio mediático.
En ese marco, el Comité Político tomó una decisión que Marchena respaldó como “oportuna y sabia”: designar, antes de marzo de 2026, a un dirigente que comience a construir la candidatura presidencial del partido. La urgencia, para él, no era caprichosa, sino parte de una lectura precisa del calendario político y de la necesidad de reconstrucción interna.
Marchena y la “privatización de la política”
Uno de los conceptos más agudos de su reflexión fue el de la “privatización de la política”, una denuncia sobre cómo el presidencialismo y el poder económico están distorsionando las reglas del juego democrático. En ese contexto, advirtió que el rol del candidato presidencial no es solo electoral, sino también simbólico: movilizador de esperanzas, constructor de certezas.
Su mensaje fue más que político: fue moral. Frente a la tentación de la pasividad o la comodidad de la administración, Marchena exigía compromiso, audacia y visión.
El estratega
Con su voz pausada pero firme, Marchena deja un legado que trasciende la coyuntura. Su mirada iba más allá de las disputas internas: hablaba del alma del PLD, de su razón de ser. En tiempos de pragmatismo vacío, ofreció una brújula ética y estratégica.
El valor de sus palabras no radica solo en lo que dijo, sino en cuándo y cómo lo dijo: con la urgencia de quien sabe que el tiempo se acaba, pero también con la esperanza de quien cree en la transformación política como acto de servicio.