La obesidad y la diabetes son dos enfermedades no transmisibles que cada vez más afectan a la población. Junto con ellas, también emerge una epidemia silenciosa de personas que tienen el trastorno del “hígado graso”, según advierten la mayoría de los especialistas en hepatología del mundo.

Se trata de la enfermedad del hígado más prevalente en la historia de la humanidad: se estima que ya el 38% de los adultos en el mundo tiene el problema. También está presente en el 13% de los niños y adolescentes.

Si el problema del hígado graso no es tratado, puede dar lugar a varias complicaciones: es la causa principal de cáncer de hígado. También es la primera indicación de trasplante hepático en países como la Argentina.

Sin embargo, “la población general, los responsables políticos e incluso la comunidad sanitaria mundial aún desconocen a esta epidemia silenciosa y sus implicancias”, afirmó Jeffrey Lazarus, jefe del Grupo de Investigación de Sistemas de Salud del Instituto de Salud Global Barcelona (ISGlobal) y profesor asociado en la Universidad de Barcelona, en España, en diálogo con Infobae.

Junto con 235 expertos de 56 países, incluyendo Argentina, Chile, México y España, entre otros, el profesor Lazarus publicó días atrás un artículo en la revista Journal of Hepatology. Hicieron un estudio con el método Delphi, una técnica de investigación que sirve para analizar una situación y agrupar las opiniones en base a la evidencia científica de varios especialistas.

Los 236 expertos llegaron a un consenso por el cual propusieron cambiar el nombre que los médicos le dan al “hígado graso” y proponen llamarlo “esteatosis hepática asociada a disfunción metabólica”.

Darle otra denominación es parte de un conjunto de estrategias para empezar a prestarle más atención al problema, para evitar que se estigmatice a los pacientes y aumentar el acceso al tratamiento temprano.

“El cambio de nombre ha sido un proceso muy complejo. Lo más importante es que ha sido transparente, académicamente robusto, y justo para todos los actores involucrados”, contó a Infobae la doctora Silvia Sookoian, investigadora superior del Conicet, médica hepatóloga, y decana de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Maimónides en Buenos Aires, quien fue coautora del trabajo.

El término anterior “hígado graso” era percibido por algunas personas como estigmatizante. “Hemos escuchado testimonios de pacientes al respecto muy movilizadores”, comentó. La segunda motivación que llevó al cambio del nombre fue que se solía decir “hígado graso no alcohólico”.

Se lo definía por la “negativa”: como un problema específico del hígado que no era causado por el consumo de alcohol. “La nueva denominación aseguraría que los pacientes puedan identificar fácilmente los factores de riesgo de esta enfermedad y que hagan la consulta médica temprana”, sostuvo Sookoian.

El desorden se había descripto por primera vez en la década de 1980. Incluía desde el exceso de depósitos de grasa hasta la inflamación que provoca fibrosis en el hígado. Desde entonces se lo ha investigado y se han identificado cuáles son los factores de riesgo modificables y sus factores genéticos.

El sedentarismo, el consumo de alimentos procesados y azúcares, y la predisposición genética son los factores que aumentan el riesgo de desarrollar el trastorno del hígado graso.

Qué pasa cuando una persona tiene el hígado graso

El hígado graso tiene relación con el conocido síndrome metabólico, que incluye la presión arterial y la glucemia elevadas, el exceso de grasa corporal en la cintura y los niveles anormales de colesterol. “La asociación entre esteatosis hepática y el síndrome metabólico se conoce desde hace mucho tiempo”, señaló la experta.

En una revisión sistemática y meta-análisis de 80 estudios en 20 países -que fue publicada enJournal of Hepatology en 2019-, se había observado que el 55,5 % de pacientes con diabetes tipo 2 tenían el hígado graso. También se había encontrado que el 37,3 % de ese grupo de pacientes con diabetes tenía un estadio más avanzado que se conoce como “esteatohepatitis”, y un 17 % presentaba fibrosis hepática, lo que implica un riesgo de desarrollar cirrosis.

Se sabe que el hígado graso es la manifestación en el hígado del síndrome metabólico. Pero las investigaciones actuales sugieren que, en algunos casos, la presencia de hígado graso podría gatillar o ser el factor causal de algunos componentes del síndrome metabólico, por ejemplo, de la resistencia a la insulina, la hipertensión arterial o del aumento del riesgo cardiovascular, comentó Sookoian.

Eso significa que cuando el hígado acumula grasa, se generan factores inflamatorios que promueven el desarrollo de las otras enfermedades asociadas, como diabetes, hipertensión, entre otras. “Es una hipótesis que está en desarrollo, aunque hay evidencias robustas. Sería un cambio de paradigma ya que si se demuestra fehacientemente, implicaría que al tratar el problema del hígado graso se podría prevenir o tratar indirectamente alguna de las comorbilidades asociadas”, afirmó.

El médico Adrián Gadano, jefe del departamento de investigación del Hospital Italiano de Buenos Aires y ex presidente de la Sociedad Argentina de Hepatología, consideró que está de acuerdo con el nuevo nombre de la enfermedad, porque era estigmatizante para los pacientes y confuso (porque se le decía “no alcohólico”).

“Más allá del nombre, hoy es importante tomar conciencia de que este trastorno del hígado existe y compromete la salud pública, incluso la salud de las personas jóvenes y de la población pediátrica. Es clave que se cumpla con las normas de etiquetado frontal de los alimentos, como la que el Congreso de la Nación sancionó en la Argentina, porque se contribuirá a que las personas consuman menos productos procesados y ultraprocesados”.

Para la prevención del hígado graso, es importante que se controlen la diabetes, los niveles de colesterol alterados y el sobrepeso. Se recomienda una reducción gradual de peso y la actividad física regular.

El diagnóstico del hígado graso se hace a través de una ecografía del hígado. Cuando hay más del 5% de grasa en el hígado, es muy probable que esta enfermedad se ponga en evidencia al hacerse la ecografía por indicación de un médico clínico o un médico de familia, según dijo Gadano a Infobae. En general, el trastorno no da ningún síntomas, y eso es una razón que hace que se tarde mucho en diagnosticar.

También hay algunos tests muy fáciles de implementar en el consultorio que permiten identificar si el paciente con hígado graso tiene fibrosis hepática. En esos casos es importante derivar al especialista en hepatología.

Cuál es el tratamiento para el hígado graso

“La mayoría de los pacientes con hígado graso necesitan cambiar la alimentación, reducir el sobrepeso, hacer actividad física, controlar la hipertensión y los niveles de glucemia y colesterol. En una minoría, los que tienen inflamación o fibrosis, deben ser derivados al especialista en hepatología para un tratamiento más específico”, aconsejó Gadano, integrante de la Asociación Latinoamericana para el Estudio del Hígado, quien es uno de los ganadores de los Premios Diploma al Mérito en Medicina interna 2023 de la Fundación Konex.

“Estamos haciendo un llamado de alerta al mundo por esta enfermedad que puede aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de hígado y de infartos, entre otros problemas. Necesitamos que la comunidad médica se capacite e intervenga para que se haga un diagnóstico precoz. Si se lo detecta tempranamente, es reversible”, afirmó el profesor Lazarus, en conversación telefónica desde Barcelona.

“No podemos culpar a las personas afectadas -subrayó Lazarus-. La sociedad actual se ha desarrollado de una manera que lleva a dañar al hígado, con el consumo de comidas baratas y de mala calidad. Los pacientes con hígado graso tienen derecho a saber que es un problema de salud serio y que requiere tratamiento”.

Cada factor de riesgo asociado al hígado graso debe ser corregido de manera particular, a veces con fármacos de uso aceptado y eficaces, especificó la doctora Sookoian. “Se deben acompañar de las recomendaciones de cambio o modificación de la dieta, y de la actividad física varios días de la semana. Nuestros pacientes a veces dicen que no tienen tiempo. Pero aunque caminen una hora por día ya es un paso importante”.

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