Cuando en 2008 se produjo el escalamiento de los precios internacionales del petróleo, la economía dominicana se vio sometida al estrés de los altos precios. Aquella crisis se combinó también con alzas en los alimentos, especialmente de los granos, lo que amenazaba la seguridad alimentaria de los países más disminuidos.
Entonces algunas voces muy aisladas planteaban la necesidad de adoptar políticas que permitieran impulsar el sector agropecuario, para mejorar la productividad y la oferta alimentaria local. Pero aquella vez la situación se solventó como se pudo.
En los últimos dos años, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación viene advirtiendo sobre las amenazas de los altos precios de los alimentos. Aquella vez las alertas estaban orientadas a los más pobres. Ahora, imaginamos que concierne también a los países del primer mundo con graves problemas financieros, desempleo y pérdida de competitividad.
Los dominicanos han visto cómo productos fundamentales de su canasta alimenticia suben de precio a consecuencia de la carestía de los insumos básicos para la producción de pollos, huevos y carne de cerdo. Una de las causas más eficientes del problema es que grandes sequías en Estados Unidos, Rusia y Australia han derrumbado la producción de granos.
La agencia de la ONU estima que el mundo verá caer la producción de granos en no menos de 2 mil 290 millones de toneladas durante este año. En 2011 se produjo una situación similar, con una caída de 2 mil 350 toneladas.
El panorama es preocupante. En el país se anuncia un programa privado de siembra masiva de maíz, pero tememos que ya el mejor período pasó. Las lluvias tienden a disminuir hasta marzo.
Con una reforma fiscal en la puerta, el gobierno debería tomarse en serio la siembra de alimentos como una prioridad para atenuar el impacto de la misma. Quizás sea parte de su agenda, pero como otras agencias públicas, el Ministerio de Agricultura se siente paralizado.
