Alto vuelo reformista sin Joaquín Balaguer

El mayor desafío del reformismo es volar alto y subir al poder con sus propias alas. La tarea reta la capacidad de sus nuevas cabezas dirigenciales.

El mayor desafío del reformismo es volar alto y subir al poder con sus propias alas. La tarea reta la capacidad de sus nuevas cabezas dirigenciales. No basta con el hecho de celebrar convenciones normales y elegir nuevos dirigentes democráticamente. El ejemplo de ejercicio político democrático solamente crea las bases mínimas para el trabajo hacia el futuro. Como fuerza con tradición de liderazgo nacional y ejercicio prolongado del poder, el reformismo tiene fuertes raíces populares, tiene bases sólidas para constituirse en alternativa de poder, si sus dirigentes saben conducirlo. No falta nada más que voluntad política, independencia de criterio y dirigir las tropas del reformismo  con honestidad y decoro. Los llamados a desempeñar ese rol son las nuevas generaciones del reformismo.

Falta saber que tan dispuestos están sus nuevos dirigentes a luchar por la reconquista del poder. Por ahora luce quimérico, un sueño imposible de lograr. Se ha perdido tanto la mística de trabajo con soberanía e independencia partidaria, que no parece tarea sencilla. Los oportunistas han creado tan mala fama. Mataron la gallina de los huevos de oro con el gusto por los carguitos y el dinero fácil. Tendrían que abandonar el oportunismo, el afán de arrimarse al gobierno de turno, y conducir sus fuerzas hacia su propio norte. Procurar que la energía creadora de la juventud conduzca el proceso  en todo el territorio nacional. Los llamados oportunistas de siempre tendrían que echarse a un lado. La nueva dirigencia recientemente electa con Antún Batlle a la cabeza,  demostrará con sus hechos, si lo que buscan es seguir por el camino del oportunismo y el clientelismo.

Nadie es insustituible, pero es obvio que el liderazgo de Joaquín Balaguer no tiene paralelo en la historia del reformismo ni del país. Por más genio del mal que haya sido, el intelectual brillante y el estadista de fuste no tiene nadie que lo asemeje dentro ni fuera del reformismo. Algunos quisieron compararlo con Leonel Fernández  porque les convenía a sus propios intereses. Eso sólo ha servido para infligirle un golpe mortal al reformismo. Nada más. Balaguer fue Balaguer, como intelectual, político y estadista.  Ese caudillismo tan fuerte y su figura tan dominante es quizás el peor obstáculo que tienen los reformistas para levantarse y caminar con rumbo propio.

La sombra de Balaguer los persigue a todos. Los acusa de mediocres, sin carácter y sin competencia para imitarlo. La muerte del caudillo reformista, como era de esperarse, los dejó a todos sin la suficiente fortaleza para emprender metas propias. Todavía están dando tumbos. La percepción es de que siguen buscando donde arrimarse. Es que no es fácil encontrar al líder con las luces del caudillo con gobernó durante 22 años, prolongando el trujillismo sin Trujillo y golpeando con rudeza a sus opositores, pero siempre como el imponente estadista ilustrado.

Lo primero, lo prioritario, en el reformismo es desprenderse del PLD. Y mostrar una oposición  digna, con la crítica más racional, contundente. Desnudar sin miedo los puntos débiles del gobierno peledeísta. Sobre la base de recuperar la soberanía e independencia. Solo así el reformismo puede reencontrarse con la preferencia del voto popular. Hay muchos intelectuales que pueden desempeñar mejor papel en el reformismo que sus últimos dirigentes. Lo contrario será descartarlo por completo, sepultarlo como opción válida de poder.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas