Asia: nuevo hogar del poderío mundial

Este miércoles pasado, veía en mi televisor que Wall Street cerró varios puntos a la baja; la razón: China disminuyó por un día su rutina de manufacturación.

Este miércoles pasado, veía en mi televisor que Wall Street cerró varios puntos a la baja; la razón: China disminuyó por un día su rutina de manufacturación.Me doy cuenta de forma palmaria la fatal relación de interdependencia que existe entre China y los Estados Unidos, y del papel trascendental que en los mercados, la política mundial y el orden global juega la primera en estos momentos.

Esto me recordó un libro de Paul Kennedy que leí hace unos años y que llevaba por título: “Auge y caída de las grandes potencias”, en el que el autor expone las diversas formas en que algunos Estados han ascendido en el escenario global y la, según él, natural e indefectible decadencia en la que ven, luego de un tiempo, caer sus economías, su poderío militar y, por vía de consecuencia, su hegemonía imperial.

Es imposible para mí, luego de leer ese libro y ver esa noticia en mi televisor, de marca americana, pero manufacturado en China (lo revisé antes de escribir este artículo) no comparar la realidad de los mercados actuales y el nivel deterioro de las economías de occidente con el ascenso programático, paulatino y constante de la India, China, los Tigres del Sudeste Asiático y, en menos medida pero de manera muy significativa, el estoico equilibrio del reino del Japón, cuya economía, aun en medio de vicisitudes, ostenta hoy por hoy el segundo lugar a nivel mundial.

Hace una semana el pentágono descubrió en su sofisticado sistema de armas, chips de componentes chinos (falsificaciones) y no ha pasado un mes, los Estados de la Eurozona dirigían sus ojos hacia China, solicitándole ayuda para desenredar la crisis económica por la que atraviesa e invitándole a invertir más en sus respectivos “pobremente ricos” estados miembros. En pocas palabras, aunque los métodos de China no son del todo escrupulosos, los recursos económicos que posee hacen de ella la tabla de salvación a la que la Unión Europea se aferraron con todas sus fuerzas.

Definitivamente, puede asemejarse con un magnífico despertar, el crecimiento sostenido de las economías de Asia, lo que está produciendo ineludiblemente un proceso paulatino (odioso para algunos países) de transferencia de poder desde el occidente hacia esa parte del mundo. No significa esto que la economía de los Estados Unidos, como referente de ese poder, no haya crecido, sino que la de los Estados de Asia lo están haciendo a un ritmo más acelerado, con más constancia y con niveles superiores de optimización de recursos, lo que produce, necesariamente, un aglutinamiento mayor, en esa zona, de las tendencias e intereses de mercado y de flujos de capitales.

Estados Unidos está totalmente consciente de esta realidad. Tanto que recientemente la secretaria de Estado, Hillary Clinton, publicó un artículo en la revista Foreign Policy bajo el título: “El Siglo del Pacífico de los Estados Unidos” en el que condiciona el futuro económico estadounidense a la capacidad de éste para conquistar los mercados de Asia. Parecida aseveración había sido hecha por el presidente Obama en la cumbre celebrada en Hawai, el 13 de noviembre, con los 21 países de Asia–Pacífico y como si fuese una reedición de la política de contención de Kennan, Estados Unidos se propone elevar a 2,500 soldados su fuerza de aire, mar y tierra destacada al norte de Australia, como una iniciativa de la Casa Blanca dirigida principalmente a “contrarrestar la pujanza china en la región”.

La traslación significativa de importantes cuotas de poder entre regiones del planeta ha sido históricamente muy mal asimilada y con frecuencia ha llevado a conflictos fatídicos que, como los acontecidos a principios del siglo XX ante el emergente auge de Alemania y Japón, han llevado al mundo a vivir épocas de debacle y destrucción. Lo que está aconteciendo en Asia es un fenómeno cuyos límites aún se desconocen. El carácter nacionalista de estos Estados, una vez asegurado el poderío económico, tenderá de manera natural a buscar el poderío político y militar y para ese detalle se apertrechan cada día más con armas sofisticadísimas, y ese elemento, teniendo en cuenta que conviven allí tres puntos de neurálgica tensión que podrían detonar conflictos de incalculable alcance para todo el planeta, a citar: Taiwán-China, Corea Norte-Sur y la disputa entre Pakistán y la India sobre la región de Cachemira, debe ser un tema de mucho cuidado. Todo lo contrario a asumir posiciones que retrotraigan experiencias propias de la Guerra Fría, América Latina, Europa y, principalmente, Estados Unidos, deben aprovechar las emergentes economías asiáticas para redimensionar sus intercambios comerciales, de cooperación y de desarrollo de tecnologías y nuevos mercados, abocándose al mismo tiempo, a propiciar una convivencia pacífica con éstos que cree las condiciones necesarias para afrontar juntos cualquier conato belicista que pueda aflorar en un futuro próximo.

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