Muchos se preguntarán cuál es el afán que tenemos de insistir sobre el tema de la bienal, la respuesta es simple: no estamos conforme con la forma en que se ha manejado y llevado a cabo, sobre todo las últimas ediciones que han sido las que hemos seguido con atención luego de nuestro establecimiento en la ciudad de Santo Domingo. Así, porque cuando analizas otras bienales, confirmas que el trabajo de investigación y fundamentación que se realiza aquí carece de elementos que la legitimen.
Para afianzar nuestro discurso, ponemos como ejemplo el caso de Cuba, ya que por estos días y hasta el 22 de junio celebran la XII edición de su bienal. Curiosamente la Bienal de Santo Domingo surge en 1942 mucho antes que la Bienal de La Habana y, de hecho, logró reunir trabajos de gran valor patrimonial que a la fecha sólo se exhiben algunos ejemplares en el cuarto piso del Museo de Arte Moderno.
Todo ello dificulta al visitante tener una idea concreta de qué ha sido del arte dominicano hasta la fecha, pues tanto los espacios del sótano, el primer y segundo piso son dedicados a exposiciones transitorias, lo que refuerza el título original del edificio creado como Galería y no como Museo.
Claro que deben existir diferencias en la forma y en el fondo, pero cabe destacar que en Cuba no se trata de un trabajo improvisado, sino que existe una investigación previa y se trazan pautas, es lo que permite que luego se pueda periodizar mejor la historia del arte cubano.
De hecho, se trata de un evento plural que conlleva no sólo la selección que realiza el Centro Wifredo Lam, donde se trabaja por áreas geográficas, sino que a esto se suma el trabajo colateral de la mano del Consejo Nacional de las Artes Plásticas. Entonces vale la pena ir a La Habana y ver el arte por todas las calles, parques, Museos, Centro de Bienes Culturales, Galerías,… donde el pueblo es el que juzga y donde la realidad es el principal medio para la expresión.
