Tomaba un café con arenosa azúcar prieta al conocer la noticia del paquete tributario propuesto por el Gobierno. Con la taza en mano me aseguré de sentarme para que no “se barajen los planes”, aunque parece ser que los anunciados impuestos serán la lluvia que dañará muchas fiestas, sin importar que en diciembre bailemos con Fernando Villalona.

Sintiendo ese calor del humo embriagador, cual cigarrillo de Sarita Montiel, me adormecí. No para esperar al hombre que quiero, sino para recordar los días de la pasada campaña electoral cuando se nos prometía el cielo pero se descartaban nuevos impuestos hacia él.

Ojalá que al menos no graven la leída de taza, para seguir creyendo en esperanzas.

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