Le bastó decir: ¡Soy un pobre cubano! para que un delincuente desistiera de atracarlo en Venezuela.

Le sucedió a un amigo cubano y comentamos que en la cultura delincuencial rigen códigos de operatividad y bajo ellos, líneas que los criminales no traspasan.

No sé hasta qué punto es o fue cierto, pues son temas sin tratamiento ni más soporte que el “boca a boca”, pero aquí siempre se escuchó que los malhechores no atacan en sus barrios, en razón de los supuestos convenios “de honor”.

Nuestra cada vez más virulenta delincuencia indica que no se discrimina blanco. Se ataca hasta a los turistas, lo que ratifica que esto pasó de castaño a oscuro. l

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