Con todo el debido respeto, me permito recordar que un funcionario a cargo de un Ministerio tan importante como el de Turismo, no puede entregarse a medias a esas funciones para reservar sus energías a una campaña por la presidencia, si además estamos a casi tres años de las elecciones. El resultado, como es previsible cuando esto ocurre, es un desastre y paso a decirles las razones.
Miles de turistas y hombres de negocios que han visitado el país por el aeropuerto de la capital recientemente, ignoro si el problema fue resuelto si bien de todas maneras es imperdonable, se han llevado la impresión de haber conocido la antesala del infierno, por el terrible calor que sintieron al bajar del avión, debido a que el aire acondicionado de la terminal no funcionaba. Los amigos que me hicieron la historia, a su regreso de vacaciones, me confesaron que el calor era irresistible, “del demonio”, según sus expresiones.
En el resumen turístico que prepara la oficina de relaciones públicas del colega Manuel Quiterio Cedeño, especializada en ese campo, se resaltan este martes los efectos negativos de la decisión tomada por la línea de cruceros Norwegian de retirar de sus travesías por el Caribe el puerto de Samaná en la próxima temporada, lo cual se estima como “un duro golpe”, de acuerdo con lo atribuido por el diario Hoy a representantes del sector radicados en la zona. Todos sabemos o imaginamos las causas, el desorden, los vendedores padres de familia que atosigan a los turistas, y muchos otros factores, de obligada competencia del ministerio.
El funcionario a su cargo no puede atender medianamente bien sus obligaciones mientras su mente y sus objetivos estén cifrados en una candidatura presidencial que seguramente no alcanzará, e igual digo para el de Economía y cualquier otro porque, además, no hay forma que en este país no usen en favor de sus aspiraciones los bienes del Estado.
