Los sectores políticos, económicos y sociales que han hecho aportes durante décadas por una República Dominicana con cohesión social, deben apoyar al presidente Danilo Medina para que el país siga la vía de avanzar hacia la reducción de las desigualdades que históricamente han frenado el desarrollo.
Como lo expresó en su discurso con ocasión de los primeros 100 días de su administración, un gobierno democrático no es para formar castas, ni para mantener grupos de privilegiados, pero sí para luchar por la igualdad de todos.
El presidente Medina ha procedido con las buenas prácticas. Fue el primero que firmó el Código de Pautas Éticas que puso a firmar a sus funcionarios. Recordó que sólo después de haber dado ejemplo y con la autoridad moral que le permiten sus actos, decidió hacer llegar al Congreso la reforma tributaria, que considera impostergable y que le permitirá cumplir con 4 objetivos fundamentales. El primero: “hacer justicia. Es decir, lograr que paguen más los que están en capacidad de hacerlo y que esos ingresos contribuyan al desarrollo”. Concibe la reforma como “una herramienta para combatir la desigualdad”. El segundo objetivo es combatir la evasión y el contrabando.
Nuestro país pierde millones de pesos anualmente a causa de estas prácticas fraudulentas. Por eso, debemos trabajar con firmeza y determinación para hacer que todos cumplan con sus obligaciones. El tercer objetivo es “estimular la formalización de amplios sectores de la economía”. Tiene la firme decisión de incorporar a miles de microempresarios, trabajadores informales y profesionales independientes a la economía formal. Y el cuarto objetivo y, más importante para su gobierno, es cumplir con las metas de desarrollo del país. Es decir, dar respuesta a las necesidades del pueblo dominicano. Hacer a nuestro país más fuerte y a nuestra gente más feliz.
Dijo está consciente de que esta reforma puede traer algunos sacrificios temporales. Pero sus buenos resultados serán permanentes. Después del primer trago amargo quedará el dulce sabor de más empleo, de mejor salud y de educación de calidad. Quedará el dulce sabor de la justicia social, de la disminución de la pobreza y, sobre todo, la saludable sensación de que todos, en esta República, tienen los mismos derechos y los mismos deberes.
