El hambre a mi hija la adormece; a mí me marea; a más les provoca mal humor.

Pero como “hambre que espera hartura no es hambre”, sobre todo en diciembre, es más pintoresco parlotear sobre los efectos de la comida en vez que los de su falta. Elemento vital, la comida es asimismo, una “poderosa medicina emocional”, resaltan especialistas. Desata neurotransmisores y hormonas que influyen en nuestro estado de ánimo. ¿Irritados por el tránsito? Cómase ese guineo de la venta callejera. La serotonina del plátano o del banano desenfurece ¿Despistados?

La piña despabila. ¿Cerebralmente agitados? El jugo de cereza, alto en melatonina, desacelera. En tanto, azúcar y grasas saturadas nos dejan cansados y hasta agresivos.

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