Costo de oportunidad

Uno de los  pilares del pensamiento económico es el principio del costo de oportunidad: “al tomar una decisión, la gente toma muy en cuenta “eso a lo que está renunciando”.Cuando un joven decide ir a la universidad, por ejemplo,…

Uno de los  pilares del pensamiento económico es el principio del costo de oportunidad: “al tomar una decisión, la gente toma muy en cuenta “eso a lo que está renunciando”.

Cuando un joven decide ir a la universidad, por ejemplo, no sólo evalúa sus gastos académicos y de manutención, sino el hecho de que renuncia a producir dinero. En el caso de los deportistas con alto potencial ese “costo de oportunidad” es tan alto que los estudios terminan descartándose.

Así entienden los economistas que funcionan las personas. Suponen que son racionales y que analizan costos y beneficios para elegir “lo mejor”. En eso basan su ciencia.

Los psicólogos, sin embargo, no están de acuerdo con que el comportamiento humano sea tan sensato. Entienden que la mente suele ser perezosa y que no siempre se detiene a evaluar alternativas. Ante la posibilidad de ir al cine, por ejemplo, se focalizará en la opción “película” y no hará mucho caso a otras posibilidades para pasar la velada.

Esa misma inercia conlleva a que muchas veces sean “otros” los que eligen por nosotros: la insistente vendedora, el anuncio publicitario, la cola de clientes presionando…

También observan que no todas las alternativas de la vida son comparables. En el mundo estrictamente contable es fácil evaluar según resultados numéricos. Pero si alguien va a casarse, le será muy difícil saber cuál de todos los amores es el más conveniente. Así que más que una elección racional, hará un compromiso consigo mismo de “ahí me quedo” y “no me pongo loco comparando”.

Los psicólogos despojan de utilidad práctica al costo de oportunidad, quitando con esto buena parte del rigor científico a la Economía. Y como buenos analistas, razón no les falta.

Quizás psicólogos y economistas deban concentrarse en diferentes aspectos de la vida y reconocer que cuando se trata de negocios y de la posibilidad de “perder dinero” la gente tiende a ser más sensata que cuando las decisiones no afectan demasiado al bolsillo (como elegir entre cine o pizza) o cuando son de índole afectivo (tipo salgo con Juana aunque sea una necia).

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