Cuando la máquina de escribir es una herramienta para el arte

La primera máquina de escribir, comercializada en 1870, era danesa. El aparatoso invento no permitía ver el papel cuando se tecleaban las letras, las teclas estaban en una semiesfera y salían de ella como las púas…

La primera máquina de escribir, comercializada en 1870, era danesa. El aparatoso invento no permitía ver el papel cuando se tecleaban las letras, las teclas estaban en una semiesfera y salían de ella como las púas de un erizo. No fue hasta 1874 cuando apareció el primer modelo comercialmente exitoso, manufacturado por la empresa estadounidense Remington, fabricante también de armas y de máquinas de coser.

A partir de entonces se hizo indispensable para el mundo industrializado, el comercio, la cultura y la sociedad: el instrumento suponía la automatización de la escritura y la universalización de un formato limpio y moderno. Poco después de la revolucionaria popularización de la máquina de escribir, aparecían ya en algunos manuales páginas de «elementos decorativos» que sugerían la posibilidad de adornar los textos con motivos geométricos y sencillos dibujos hechos con caracteres.

Eran los últimos años del siglo XIX y el ingenio ya había despertado la inspiración de los pioneros del arte hecho con máquinas de escribir. El libro Typewriter Art: A Modern Anthology (Arte mecanografiado: una antología moderna), publicado por la editorial británica Laurence King, traza en imágenes la historia del invento en relación con la creación artística. Su autor, Barrie Tullett —diseñador gráfico y profesor en la inglesa Escuela de Arte de Lincoln— se remonta a los primeros testimonios (del siglo XIX) y termina explorando las razones por las que un gran número de artistas actuales siguen escogiendo la máquina de escribir como motivo o inspiración en un mundo digital que la ha desterrado por completo.

La mariposa de Flora F.F. Stacey Una mariposa enmarcada en una estética combinación de símbolos parece ser el ejemplo más temprano. La inglesa residente en los EE UU Flora F.F. Stacey creó la obra en 1898 y se hizo medianamente famosa: el periódico New York Times publicó un breve artículo sobre su arte y acompañó el texto de tres ilustraciones entre los que había también un pavo real. Los concursos de arte figurativo hecho exclusivamente con máquina de escribir se hicieron populares en aquellos años.

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