No debe permitirse

Cuando la realidad va más allá de la imaginación, entonces cualquier cosa puede suceder y no pasa nada. Nadie se alarma ni se asombra, no importa cuán bárbaros puedan ser los hechos.

Cuando la realidad va más allá de la imaginación, entonces cualquier cosa puede suceder y no pasa nada. Nadie se alarma ni se asombra, no importa cuán bárbaros puedan ser los hechos. Nos tornamos indiferentes, como si los acontecimientos no se estuvieran produciendo a nuestro alrededor, a veces, dramáticamente sobre nosotros.

El pasado día 9 de este mes, elcaribe recogió quejas del párroco Wiliams Arias y el arzobispo de Santiago, monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, sobre los ataques más perversos que se pueda pensar contra establecimientos católicos en esa comarca. Aquello es simplemente sobrecogedor.

Desalmados penetran a los recintos religiosos y cargan con objetos sagrados, como hostias,  destrozan altares y cargan hasta con los cálices, profanan esos establecimientos a un grado inenarrable, al extremo de defecar en algunos de ellos. ¡Dios mío! ¡Hasta dónde vamos a llegar! Arrasan con las ofrendas y objetos de valor como plantas eléctricas y equipos de amplificación.

Y eso ocurre con una frecuencia que ya forma parte de la cotidianidad. De acuerdo con los relatos, no pasa un mes sin que se produzca un robo o una profanación.

El colmo de los colmos fue el caso del sacerdote Carlos Santana, del templo de la Casa de Emaús, que fue atracado, despojado de dinero y un teléfono móvil  por un delincuente que fue al confesionario en búsqueda de “paz espiritual”.

Las denuncias más alarmantes vienen de Santiago, pero no sorprende cuando escuchamos casos parecidos en otras localidades.

¿Qué hacer con una situación como esa? Que ni siquiera los centros religiosos, que gozan del respeto general, la veneración de sus símbolos y de sus autoridades, están a salvo de las acciones de rateros y drogadictos.

Eso no puede ser. Hay otros hechos que deploramos en toda la geografía nacional, y los dejamos pasar. Nos acostumbramos a ellos.

Pero estos extremos son inaceptables. La Policía, si bien no puede disponer un batallón en cada iglesia, no debe permitir esta barbaridad.

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