Decidir

Reflexionando sobre decisiones que me acarrearon malos resultados, he concluido que éstas fueron más fruto de la emoción que de la razón. Aunque decisiones dominadas por la emotividad pueden resultar correctas y las muy calculadas fallidas, al…

Reflexionando sobre decisiones que me acarrearon malos resultados, he concluido que éstas fueron más fruto de la emoción que de la razón. Aunque decisiones dominadas por la emotividad pueden resultar correctas y las muy calculadas fallidas, al decidir lo pertinente siempre será “la cabeza fría”. Pero esto no es cosa simple. Tendemos a creernos racionales aun no siéndolo, ha establecido Daniel Kahneman, psicólogo y Nobel de Economía en 2002. Nuestra carga emocional influencia de forma inimaginable aun nuestras decisiones más ponderadas. Somos, por naturaleza, propensos a decidir bajo enigmáticos mecanismos inconscientes. Nos salva aprender de los errores; de ellos ganamos la experiencia que gradualmente avispa la intuición y así no estar chocando siempre con la misma piedra.

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