¿Dejarlo como está?

No hay un estercolero mayor en la República que el llamado Mercado “Nuevo” de la Duarte, que sus usuarios demandan que sea dejado como está, en un insulto al más mínimo sentido de higiene, donde la asepsia se convierte en mala palabra y el…

No hay un estercolero mayor en la República que el llamado Mercado “Nuevo” de la Duarte, que sus usuarios demandan que sea dejado como está, en un insulto al más mínimo sentido de higiene, donde la asepsia se convierte en mala palabra y el irrespeto a las normas de convivencia urbana es la regla.

Sólo hay que aproximarse a la confluencia de las avenidas Máximo Gómez con Reyes Católicos en horas de la mañana para entender hasta dónde ha llegado la falta de gobierno municipal, de gestión y calidad en un centro de abastos, en las condiciones que nadie puede imaginar, sino viéndolo.

El Mercado Nuevo es uno de tantos cuadros que nos retrata y que permite comprender las grandes disparidades de la vida urbana de la Capital. El desastre de ese mercado parece que guarda proporción con el desinterés del alcalde del Distrito Nacional por hacer algo por ese espacio de podredumbre.

Por ese derrotero va el mercado “Modelo”, en la avenida Mella y sus alrededores, a unos pasos de la Zona Colonial. ¿Es posible que la alcaldía del Distrito haya permitido la degradación de ese establecimiento y su vecindario más cercano, el pequeño Haití?

Los dueños del Mercado Nuevo dicen que de ahí viven 30 mil personas. Es un dato de valor, pero está en manos del municipio y el gobierno nacional recuperar un espacio que es de todos los pobladores. Y medios no deben faltar para encontrar la solución.

El Mercado Nuevo está en los planes del sistema de Mercados Dominicanos de Abasto Agropecuario (Mercadom), y la Red Nacional Alimentaria (Rena), instituidos por la ley 108-13, para desarrollar un sistema de suministros en Santo Domingo. Al efecto, fueron construidos dos mercados, en Cristo Rey y Villas Agrícolas, que no han sido abiertos por la misma falta de autoridad y la irresponsabilidad, envueltas en los complejos intereses que obstaculizan los servicios públicos.

El Ayuntamiento del Distrito y Mercadom deben dejar de dar más vueltas y encarar sus obligaciones.

Dejarlo como está sería lo peor que puede pasarle a la ciudad de las disparidades en que cada día se convierte el Distrito Nacional.

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