Del mismo palo

Dicen que no hay peor cuña que la del mismo palo. Y así parece ser en verdad. Los reformistas que dejan su organización para subirse…

Dicen que no hay peor cuña que la del mismo palo. Y así parece ser en verdad. Los reformistas que dejan su organización para subirse a otro de los carros pescuezos largos que transitan por la presente campaña electoral son los que mejor se mueven para conquistar a sus “compatriotas” que siguen en su partido.

Y ahora, los peledeístas que se han ido, por las razones que sea, son los que están buscando a los que se han quedado para hacerles ver las bondades del otro camino.

Igual hacen ciertos perredeístas que reniegan de apoyar a su candidato y flirtean a los suyos para que den el salto desde la nave blanca antes del 20 de mayo.

Y lo más grande de todas estas historias, es que –aunque lo nieguen los interesados- el cruce de cabildeos por la(s) conquista(s) es cada vez más intenso, en la misma medida en que se acerca la fecha programada para la celebración de los sufragios. El que no esté preparado para ver cosas, que se prepare, porque ahora es que falta…

¡Qué aliado!
No sé si será verdad, pero pongo a disposición de mis lectores el siguiente email que durante el fin de semana me envió mi lector asiduo, Carlos Valerio. Lean ahí: “Aquí, en nuestro país, nos gastamos unos políticos que no respetan la inteligencia de los demás, nos creen borregos a todos, que tenemos que aceptar lo que ellos plantean y hacen, sin chistar.

Talvez será por eso, que algunos llegan a ciertas funciones públicas y creen que las instituciones son sus  herencias o fincas de su propiedad, y así las manejan.

Es el caso del aliado al que el Ejecutivo “premió” poniendo en sus manos la responsabilidad de dirigir una institución pública y cargó la nómina de familiares, amigos y socios en negocios, poniendo en rojo todas las cuentas bancarias y convirtiendo en una entelequia más la entidad que se supone debió administrar bien para servir a la sociedad.

Lo grave es que eso ocurre a la vista de sus superiores, y estos no hacen nada para que haya correctivos. ¿Y entonces?. Digan algo, por favor”. ¡Aaay…!

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