Después no se quejen

“¡Estamos aquí para estar embulla’o/pero sabemos que estamos gana’o!” rezaba una de las consignas repetitivas en las movilizaciones estudiantiles de los primeros años de la década de los 70s en los terrenos de la UASD, en tiempos de sufragios&

“¡Estamos aquí para estar embulla’o/pero sabemos que estamos gana’o!” rezaba una de las consignas repetitivas en las movilizaciones estudiantiles de los primeros años de la década de los 70s en los terrenos de la UASD, en tiempos de sufragios para escoger a los dirigentes de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED), comicios que atraían la atención nacional concitando que la sociedad toda dirigiera su vista hacia la academia.

El entusiasmo que arropaba la lozanía de esa juventud era tan penetrante y convincente que los grupos y candidatos que se disputaban el liderazgo estudiantil hasta organizaban para promoverse convites espontáneos con fogatas nocturnas aún en el ambiente de represión hacia las izquierdas que se vivía entonces, lo que muchos no dejaron de tomar como excusas para el fortalecimiento de tórridos romances hoy traducidos en sólidos núcleos familiares, algunos de respetable trayectoria pública y privada.

¡Qué tiempos aquellos! Irrepetibles hoy por diversas razones, que van desde la inexistencia de fuertes liderazgos profesorales y estudiantiles semejantes a los de aquellas jornadas épicas, hasta el hábitat político democrático, tan diferente en la actualidad. Recordar es vivir… Pero mis reflexiones en el recuerdo romántico de esas ideas y acciones revolucionarias del pasado vienen a cuento hoy, casi cinco décadas después, solamente como herramienta para validar un llamado ferviente a las fuerzas y figuras del partidarismo del presente a inyectarle decencia y valores al ejercicio político en el país, cada día cayendo en mayor degradamiento, precisamente por el dominio del clientelismo, la existencia del transfuguismo, la ingratitud y el oportunismo, y la carencia de responsabilidad de una buena parte del liderazgo frente a los males que acogotan a la colectividad de calle, al ciudadano común, al que muchos gobernantes y opositores solo acuden en tiempos de campaña para cortejarlo y hasta confundirlo con ofertas que de antemano saben irrealizables.

Después que no se quejen, cuando el conteo de los sufragios dé su veredicto implacable…

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