Dulce veneno

Por muchos años he estado exhortando a controlar el consumo de carbohidratos contenido en los azúcares, dulces y harina refinada.  De…

Por muchos años he estado exhortando a controlar el consumo de carbohidratos contenido en los azúcares, dulces y harina refinada.  De ahí el término que he acuñado: “dulce veneno”, no en forma  despectiva, sino preventiva, porque la humanidad ha venido incrementando de manera  exorbitante el consumo de azúcar.

A través de un largo curso de la evolución humana los carbohidratos refinados como el azúcar, el jarabe de maíz y la harina de trigo refinado no existían, sino que vinieron con el desarrollo industrial; antes se consumían los carbohidratos complejos, no procesados industrialmente, y se ingería una dieta baja en carbohidratos, con proporciones más altas de grasas y proteínas. 

La industria ha inclinado la tendencia al consumo de carbohidratos, y la dieta moderna nos está matando. Hasta el año 2001 el consumo mundial de azúcar era de 127.9 millones de toneladas por año, con un per cápita promedio de 20.4 kilogramos. Los norteamericanos consumen por año aproximadamente 12 millones de toneladas de edulcorantes procedentes del jarabe de maíz y nueve millones de la caña de azúcar. 

El jarabe de maíz, figura como uno de los grandes villanos por su alto contenido de fructuosa obtenida en forma artificial desde 1970. Su consumo se ha extendido en gran escala por todo el mundo como edulcorante preferido por la industria para las bebidas gaseosas, jugos, postres, bocadillos, cereales azucarados, bombones y alimentos procesados.

La fructuosa derivada del jarabe de maíz, contribuye al almacenamiento de grasa en el cuerpo y por tanto a la obesidad, la resistencia a la insulina, al desarrollo de la diabetes tipo 2 y al hígado graso. El incremento de la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares y el síndrome metabólico tienen una estrecha relación con la ingestión de carbohidratos, y esta pandemia solo podrá ser detenida reduciendo el consumo de dulces, azúcares y harina.

HÉCTOR E. MATEO M.médico cardiólogoPor muchos años he estado exhortando a controlar el consumo de carbohidratos contenido en los azúcares, dulces y harina refinada.  De ahí el término que he acuñado: “dulce veneno”, no en forma  despectiva, sino preventiva, porque la humanidad ha venido incrementando de manera  exorbitante el consumo de azúcar.A través de un largo curso de la evolución humana los carbohidratos refinados como el azúcar, el jarabe de maíz y la harina de trigo refinado no existían, sino que vinieron con el desarrollo industrial; antes se consumían los carbohidratos complejos, no procesados industrialmente, y se ingería una dieta baja en carbohidratos, con proporciones más altas de grasas y proteínas. La industria ha inclinado la tendencia al consumo de carbohidratos, y la dieta moderna nos está matando. Hasta el año 2001 el consumo mundial de azúcar era de 127.9 millones de toneladas por año, con un per cápita promedio de 20.4 kilogramos. Los norteamericanos consumen por año aproximadamente 12 millones de toneladas de edulcorantes procedentes del jarabe de maíz y nueve millones de la caña de azúcar. El jarabe de maíz, figura como uno de los grandes villanos por su alto contenido de fructuosa obtenida en forma artificial desde 1970. Su consumo se ha extendido en gran escala por todo el mundo como edulcorante preferido por la industria para las bebidas gaseosas, jugos, postres, bocadillos, cereales azucarados, bombones y alimentos procesados.La fructuosa derivada del jarabe de maíz, contribuye al almacenamiento de grasa en el cuerpo y por tanto a la obesidad, la resistencia a la insulina, al desarrollo de la diabetes tipo 2 y al hígado graso. El incremento de la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares y el síndrome metabólico tienen una estrecha relación con la ingestión de carbohidratos, y esta pandemia solo podrá ser detenida reduciendo el consumo de dulces, azúcares y harina.

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