La educación empieza en la casa

Hace uno días hice mención en mi cuenta de twitter de una cita de Pepe Mujica, el admirado expresidente de Uruguay, que reza: “No le pidamos al docente que arregle los agujeros del hogar”. Admiro a Pepe Mujica por haber llegado a conducir un…

Hace uno días hice mención en mi cuenta de twitter de una cita de Pepe Mujica, el admirado expresidente de Uruguay, que reza: “No le pidamos al docente que arregle los agujeros del hogar”. Admiro a Pepe Mujica por haber llegado a conducir un Estado y a la vez mantener una enorme sencillez. Es también un ejemplo de austeridad, en su gobierno transmitió el mensaje de que los recursos del Estado son para invertirlos en proyectos que propicien mejores condiciones de vida para los ciudadanos y para compensar a los contribuyentes.
Como padre, como esposo de una maestra empedernida, como empleador y como expresidente de EDUCA, la educación ha sido siempre un tema fundamental para mí. Me preocupa la situación a la que se refiere Mujica. Hoy los papeles han cambiado. Los padres entienden que la escuela debe suplir a niños y jóvenes la educación que deberían recibir en el hogar. Antes se entendía que la educación en valores, los buenos modales, el amor al estudio, el civismo, se adquirían en la casa y las familias se ufanaban de la buena educación de sus hijos. Hoy en día, si el niño es indisciplinado o maleducado es culpa de la escuela.

No sé si es por el tiempo que dedican al trabajo, al desarrollo profesional o el afán social, que los padres no disponen del tiempo necesario para dedicar y enseñar a sus hijos. Si en la casa se entiende que la educación es un gasto y no una inversión, si se derrocha dinero en lujos y viajes, pero es poco lo que se dedica a la compra de libros y a actividades culturales y educativas en general, ¿qué puede hacer el maestro para revertir esto?

No es función de la escuela deber asumir esta responsabilidad que es sólo de los padres. La escuela además de ofrecer una preparación académica, apoya y complementa la formación en valores, pero en ningún momento puede sustituir la labor de los padres.

Pero el problema es aún más grave y preocupante. El maestro, figura antes respetada y admirada, es hoy el único responsable de las carencias y problemas de niños y jóvenes. Ante un fallo o problema de estos, lejos de castigarlo, se responsabiliza y se reclama al maestro. Nadie piensa que en realidad el maestro tiene que ingeniárselas muchas veces para mitigar la falta de disciplina de los estudiantes, que no es más que el reflejo de lo aprendido en su casa.

Es cierto que tenemos un sistema educativo deficiente y a veces los profesores no tienen la mejor formación. Pero si de veras queremos tener una mejor sociedad que mejore la educación en nuestro país, como padres debemos asumir nuestro rol con seriedad y compromiso. Si de verdad queremos tener una mejor sociedad. Debemos cuidar el ejemplo que damos a las nuevas generaciones. Al respecto, recuerdo el caso de un estudiante, nieto de un político, que reprobó un año escolar. Este abuelo, luego de reclamar a la escuela, hizo uso de todas sus influencias para enmendar la situación. Llegó al extremo de intentar retener en la entonces Secretaría de Educación, las notas de las Pruebas Nacionales de todos los demás estudiantes hasta que se “arreglaran” las notas de su nieto, sin reparar en el terrible ejemplo y mensaje que le transmitía. Me imagino que en este caso Mujica no hubiera considerado esto un agujero sino un enorme cráter.

Es importante que nos detengamos a identificar, y sobre todo, a subsanar esos agujeros que como padres estamos dejando en nuestros hijos. Veamos a la escuela como una aliada en la educación de nuestros hijos, trabajemos de la mano con sus maestros, observando cada cual el rol que le corresponde. Sólo con esto estaremos dando un gran paso en la construcción de una mejor sociedad.

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