El ejemplo de Phiona Mutesi

En algún rincón leí que todo el que quiera conocer a su principal rival solo tiene que verse en un espejo. Uno mismo, como entona Tony Vega en una pieza que deja un tremendo mensaje de vida.

En algún rincón leí que todo el que quiera conocer a su principal rival solo tiene que verse en un espejo. Uno mismo, como entona Tony Vega en una pieza que deja un tremendo mensaje de vida. No hace mucho conversé largo y tendido con Alberto José Pujols, el hoy millonario primera base de los Angelinos de Anaheim que en un momento de su vida fue pobre y por eso aplicó una introspección que me dejó asombrado.
“Nosotros nos quejamos demasiado sin detenernos a pensar que lo tenemos todo”, dijo ese caballete antes de partir a su casa donde le tocaba cuidar sus hijos porque su esposa tenía un compromiso.

Ayer se publicó en elCaribe la historia de Phiona Mutesi, toda una sensación del ajedrez mundial que se inició en el llamado juego ciencia como analfabeta.
No más  no menos. Analfabeta.

Le agradezco al compañero Carlos Sánchez por darme a conocer el fenómeno Mutesi, quien a su vez debe ser un ejemplo para millones de personas en el mundo.

En estos días el aguaje es ley de vida. Imitar al sorbete, plástico por fuera, vacío por dentro, es punto principal en agenda. Es lamentable, pero así andamos.

Peor aún: nos olvidamos de lo bueno que el Señor nos da como también echamos todas las pestes por no recibir algo determinado, cuando en verdad lo ideal es que todo llegue en el momento indicado.

Millones de personas en el mundo desperdician oportunidades. Los padres dispuestos a pagar por una educación, pero los agraciados viven perdidos y en lo claro. No fuese mundo sin aquellos que en un parpadeo descienden de la cima para hundirse en una sima. Aún teniéndolo todo para triunfar.

Phiona aprendió ajedrez en un intercambio por comida porque de lo contrario estaba condenada a lo peor en Katwe, Uganda.

También es mundo porque aparecen quienes de ser un barro que se limpia en los pies de su escultor se convierten en una joya que brilla intensamente.

Dios no hace disparates. Tampoco se detiene en etiquetar a nadie como ganador o perdedor. Nacemos y punto. Cada cual decide si ganará o perderá en la vida.

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