El rockero que revive el tiempo

La romana. Pocos rockeros logran conservar esa buena vibra que con los años va desapareciendo conjuntamente con el público que cambia sus gustos con la misma rapidez en que una canción pierde vigencia en la radio.

La romana. Pocos rockeros logran conservar esa buena vibra que con los años va desapareciendo conjuntamente con el público que cambia sus gustos con la misma rapidez en que una canción pierde vigencia en la radio.

Sting es uno de esos robles añejos que en los 80, de la mano de The Police, forjó una discografía selectísima que todavía hoy goza de la apreciación, en su mayoría, de una audiencia que envejeció con el destacado músico británico.

En su segunda presentación en el país, que repitió escenario para regresar a Altos de Chavón, Sting atrajo a un público como pocas veces se ha visto en ese aforo: llenó casi a totalidad sus localidades y ya a las 8:00 de la noche cada quien estaba esperando por el inicio de lo que se auguraba como una velada inolvidable, a cargo de una banda esencial integrada por cuatro músicos.

Y como en la música de los buenos artistas, Sting tiene categoría de hombre imprescindible en el rock, no requiere de parafernalias propias del pop comercial, y mucho menos alineaciones innecesarias que entorpecen cualquier nota notable de una banda que en escena demuestra la experiencia que sólo pueden dar los años y el aprendizaje de la práctica.

En poquito más de hora y media –y el tiempo corrió como nunca– Sting marcó el inicio con el imprescindible “Message”, saltó a su inevitable “Englishman” y entró en terreno clásico con “Magic”, hasta que llegó a “When We Dance”.

Sting va directo a lo suyo, no se viene a cuentos y sin titubeos, va disparando canción tras canción con intervenciones breves para saludar en su legible pero precario español y presentar a sus músicos en inglés. Un artista que luego de su salida de The Police experimentó con un estilo más personal, sentido y sereno, como es el caso del hit “Fields of Golds” y “Shape of my Heart”.

Canciones estas que lo llevaron a un terreno movedizo, porque el público esperaba con ansias canciones imprescindibles como “Wrapped Around Your Finger”, “Roxanne” (que la interpretó más versionada al estilo jazz que en su punto original), “Every Breath you Take” y “Fragile” que cerraron inesperadamente un concierto que pareció breve, quizás por la excelente mezcla de los temas, quizás por el buen ambiente en el aforo, quizás porque Sting con los años es musicalmente cada vez más disfrutable.

No podían faltar canciones como “Set them Free”, “The Hounds of Winter”, “Driven too Tears”, “Seven Days” y una “Desert Rose” que marcó su regreso al escenario después que se había marchado al backstage.

Pavel Núñez, contraparte

Esta vez, Juan Luis Guerra no fue esa atracción “sorpresa” que estuvo en Chavón en el primer concierto de Sting en el país. La contraparte en este caso fue el solista Pavel Núñez, que con un selecto repertorio de sus canciones más conocidas estuvo a la altura de lo que esperaba el público que llenó de bote en bote el auditorio.

Y Pavel es una contraparte digna, digno representante de la buena música que se produce en estos tiempos en República Dominicana, y los dominicanos saborean con intensidad el sonido del silencio que provocan las cuerdas de su guitarra inconfundible.

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