Los venezolanos deciden este domingo quién se hará cargo por los próximos seis años de un país con unas tasa de homicidios de las más altas de América Latina, una inflación de más del 20% y con serios problemas de suministro eléctrico.

Quien quiera que sea el que sustituya a Hugo Chávez al frente del gobierno tendrá que hacerse cargo del reto de la seguridad, la principal preocupación del venezolano de a pie.

También deberá afrontar el desafío de la reconciliación de los venezolanos, que llevan años profundamente divididos entre oficialistas y opositores, dos sectores que ni siquiera reconocen la importancia del otro.

Pero sobre todo, sea que los venezolanos se decanten por el oficialista Nicolás Maduro o el opositor Henrique Capriles, la más tarea va a ser mantener la gobernabilidad en un clima de recortes sociales obligados por la delicada situación económica que expertos coinciden vive el país.

Si el que gana es Maduro, se tendrá que enfrentar a todo un aparato de partido sin disponer del carisma y la ascendencia personalísima que tenía Chávez.

De vencer Capriles, al reparto de poder interno entre su heterogénea coalición habrá que sumar el previsible enfrentamiento con toda la institucionalidad dominada por el chavismo: Asamblea Nacional, gobernaciones, Pdvsa, etc.

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