Escuchar a la gente

Una vez concluido su discurso de toma de posesión el pasado 21 de enero, los analistas políticos no pudieron disimular la sorpresa de…

Una vez concluido su discurso de toma de posesión el pasado 21 de enero, los analistas políticos no pudieron disimular la sorpresa de que el Presidente Obama abandonase el formato tradicional de los discursos inaugurales en los cuales los presidentes norteamericanos se limitan a transmitir optimismo y esperanzas sobre el futuro y a convocar a los ciudadanos a una nueva jornada de progreso fundamentada en los valores de la democracia norteamericana.
Obama rompió con ese formato.

Para algunos, porque en su discurso inaugural anterior, la magnitud de la crisis financiera del 2008 y la posibilidad de una segunda Gran Depresión, habían secuestrado la agenda de cualquiera que asumiese la Presidencia de los EUA el 20 de enero del 2009. Para otros, porque Obama, ante la imposibilidad de llegar a consensos con los republicanos en reformas cruciales durante su primer período, en parte por la pérdida de grados de libertad de los líderes republicanos derivada de la radicalización de los representantes del Tea Party, ha decidido buscar soporte en su “constituency” o grupos electorales que le han apoyado así como los segmentos republicanos más moderados, para avanzar en una agenda progresista y liberal ambiciosa.

Luego de declarar que “todos nosotros somos creados iguales” es la más evidente de las verdades, Obama proclamó que la tarea de su generación es la de echar hacia delante lo iniciado por los pioneros de la lucha por la igualdad, para manifestar a continuación su apoyo al matrimonio gay, a una reforma migratoria que legalice a los inmigrantes indocumentados que todavía ven a Estados Unidos como la tierra de las oportunidades, a leyes más estrictas para la compra y posesión de armas de fuego, y a respuestas más efectivas para enfrentar las amenazas del cambio climático, reconociendo que fallar en esa área sería una traición para nuestros hijos y las futuras generaciones.

Obama estaba consciente que sus planteamientos iban a resultar controversiales. En adición, que los republicanos lo acusarían de formar filas con un partidarismo que alejaría la posibilidad de acuerdos. Eso mismo pensaba la oposición demócrata cuando Lincoln, el Presidente republicano, emitió la Proclamación de la Emancipación de Esclavos en 1863 y operó políticamente para incorporarla a la Constitución norteamericana como la Enmienda Decimotercera en 1865. En estos tiempos dominados por la revolución de las comunicaciones, los líderes políticos no están limitados a los acuerdos transaccionales o de aposento del pasado.

Obama, uno de los más fervientes admiradores de Lincoln, está consciente que puede formar una alianza creciente con la población para forzar al Congreso a aprobar por lo menos parcialmente su agenda progresista.

Biden, el vicepresidente, haría la tarea del operador político convencional que disfruta sentarse largas horas con sus amigos contrarios republicanos para motivarlos a apoyar las iniciativas del Presidente, mientras Obama se dedicaría a conseguir el apoyo de la gente y a involucrar a los indecisos de tal manera que los republicanos, conscientes del riesgo que asumen para las elecciones congresuales del 2014 si se aferran a posiciones radicales, no tengan más opción que seleccionar otras batallas donde sí tendrían posibilidad de ganar.

Algunos podrían pensar que Obama asumió un riesgo muy alto con la ambiciosa agenda progresista que presentó. Cuando se analiza la opinión de la gente sobre las propuestas de Obama, se deduce que fue un riesgo bien calculado.

Encuestas de USAToday/Gallup revelan que mientras en 1996 sólo un 27% de los norteamericanos estaba a favor del matrimonio gay, ahora lo apoya el 53%. En los jóvenes, uno de los principales “constituencies” de Obama, sube a 73%. Una encuesta reciente de ABC News/ Washington Post muestra que el 57% de los norteamericanos está a favor de la legalización de los inmigrantes indocumentados; en el 2011 apenas un 42% estaba de acuerdo, según una encuesta de CNN/Opinion Research. En algunos de los “constituencies” de Obama (americanos de color, jóvenes), el apoyo a la legalización de los inmigrantes indocumentados es cercano al 70%. Incluso los blancos no hispanos la apoyan en un 51%.

Lo mismo ocurre con el tema de las restricciones a las ventas de armas de fuego. Según una encuesta reciente de Gallup, 58% de los norteamericanos quiere leyes más estrictas, contra un 43% que lo deseaba en el 2011. La historia es la misma en el caso del cambio climático y el calentamiento global.

Una encuesta del Proyecto Yale/George Mason University revela que para el 70% de los norteamericanos, el calentamiento global ya se está verificando mientras que un 68% considera que esto afectará a las futuras generaciones.Obama señaló en su discurso que “cuando los tiempos cambian, nosotros también debemos cambiar”.

El sabe porqué lo dice. En su campaña del 2008, estaba opuesto al matrimonio gay. Pero los tiempos cambiaron, y la semana pasada se convirtió en el primer presidente de ese país que menciona y apoya el derecho de igual para los gays en un discurso inaugural. El reto que tienen los republicanos en lo adelante es el mismo: escuchar más a la gente y adaptarse a los nuevos tiempos. Y claro, unificarse. l

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