Todavía no ha transcurrido el tiempo suficiente como para ponerse a evaluar a un equipo de la NBA por lo que apenas comienza a hacer, sobre todo cuando estamos ante una temporada tan larga.
Sin embargo, he quedado fascinado con lo que he visto de los Knicks de Nueva York, combinado que ha ganado en sus tres primeros compromisos sin ningún contratiempo.
No es sólo el hecho de que hasta anoche no habían perdido, sino la manera dominante con la que salieron victoriosos en esos juegos. No hay dudas de que este equipo ha dado un cambio radical, muy específico en lo que probablemente sea el aspecto más importante del juego: la defensa.
El dirigente Mike Woodson hizo mejoras sustanciales en ese sentido y llevó a los Knicks jugadores con vasta experiencia en la defensivas, algo que se ha notado de inmediato, pues han pasado de ser un equipo que no estaba entre el “Top 10” defensivo de la NBA a ser los primeros en ese aspecto, permitiendo un promedio de 85.3 puntos durante trío de choques disputados.
Estamos claros que eso va a cambiar en el transcurrir de la campaña, pero no hay dudas de que es una enorme transformación para un conjunto que aceptó cada noche 94.7 tantos en la estación pasada y que solo se preocupaba por el aspecto ofensivo.
Muchos entenderían que quizás los Sixers de Filadelfia, a los que derrotaron dos veces, no están en la élite de la NBA, pero qué mejor manera de demostrar mejoría que ganarle al campeón de la liga de manera convincente. De hecho, el equipo capitaneado por Carmelo Anthony obtuvo sus tres triunfos por margen de 15 o más puntos de diferencia, la primera vez que eso ocurre en la historia de la franquicia al comienzo de una temporada.
Por cierto, es el mejor inicio de los neoyorquinos desde la contienda 1999-00, un logro que llega increiblemente sin contar con su segundo mejor jugador, Amare Stoudemire. Se ha visto a un Carmelo jugar más fluido en la ofensiva y más comprometido con la defensa. Anthony es un buen termómetro para mirar el futuro de los Knicks.
