La fuerza de la ira ciudadana

La creación de la Policía de Servicio Comunitario en Matanzas, Santiago, confirma el grado de descomposición a que ha llegado…

La creación de la Policía de Servicio Comunitario en Matanzas, Santiago, confirma el grado de descomposición a que ha llegado la confianza en la Policía Nacional. Los pueblos siempre dan señales de la marcha de los procesos sociales, sólo que no siempre sus dirigentes tienen la capacidad para interpretarlas y la humildad para aceptar esas lecciones. ¿Quién cree en la Policía Nacional? Quizás los generales que la dirigen y quienes se benefician de su incapacidad absoluta para garantizar la seguridad ciudadana y responder a los desafíos cotidianos de los maleantes.

No hablo de las organizaciones criminales sofisticadas, que se conoce como “crimen organizado”, principalmente los poderosos carteles de la droga que operan aquí desde Colombia y México. ¡No! Eso ni pensarlo, porque lo que cree buena parte de los dominicanos es que esas bandas ya están infiltradas en todas las instancias de la Policía. Hablo de que esta Policía que tenemos no puede ni con la criminalidad menor que representan los rateros, pasoleros y demás delincuentes callejeros que se adueñan de las calles, incluso, en los barrios de clase media y alta de la ciudad.

En Matanzas no hay riquezas para animar al crimen organizado y lo que allí se registra es el crimen barrial, y sus moradores -como quien se ahoga, que se aferra hasta a un clavo caliente- han decidido responder por sí mismos e intentan hacer lo que le corresponde a un cuerpo policial que, como los trapos podridos, no aguanta más parches.

El comandante regional acusa a quienes organizaron esta policía comunitaria de usurpar las funciones de la Policía Nacional. Aunque de este episodio sólo conozco lo que han publicado los diarios (El Nacional y Diario Libre), de ser como ellos explican, los matanceros no han usurpado nada, porque la verdad es que la Policía Nacional ha demostrado una y otra vez que es incapaz de garantizar la seguridad ciudadana y mucho menos ofrecer los servicios que se reporta hace esta gente en favor de su comunidad.

Lo de “usurpar funciones” del Estado es lo común, pero no había llegado aún al fenómeno matancero. Docenas de organizaciones comunitarias suplen las graves deficiencias de los servicios de salud y educación. Adocco persigue la corrupción, Finjus supervisa la justicia, Profamilia hace programas que corresponderían a los ministerios de Salud, la Mujer y la Juventud, el IDDI y Sur Futuro suplantan la Oficina de Desarrollo de la Comunidad, etc. 

En Santiago la turba popular ya castigó al que cortó la cabeza a su excompañera, y con frecuencia los diarios dan cuenta de las contundentes manifestaciones de la ira ciudadana. Faltaba la señal que nos da Matanzas, pero nuestros dirigentes viven como el avestruz. Hasta que la ira se expanda.

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