Epocas de uniformes de Kaki y corbata del mismo color, donde la educación física era más tiempo de marchas en preparación de “desfiles” obligados, que prácticas deportivas de sana competencia. Tiempos de baños y letrinas, alejados de la casa, espacios insalubres aunque por lo general blanqueados con afanoso “retriegue” e “higienizados” con cal “viva”; en sitios con colgajos de “tusas”, recursos sanitarios de triple efecto que pertenecen al traspatio de la historia citadina.

Tiempos de “toferinas, malogrados y tísicos”, donde la gente se moría “de repente” y no del “cardíaco” actual; cuando se expiraba de “un dolol”, o de un “pasmo”, se padecía de “tirisia” y las Píldoras de Vida del Dr. Ross (chiquitas pero cumplidoras), recursos cotidianos, junto a la Sal de Uvas Picot o la Sal de Frutas Eno, en sana competencia con el bicarbonato.

Períodos del Penetro, del Mejoral y su versión para niños, el ungüento Mentol Davis, el Tricófero de Barry, del hilo en carreteles de madera, de la máquina de coser Singer, de pedales y del pilón de guayacán azuano, con su pesada “mano”, diestramente usada para “pilar” café y otros elementos de la cocina de entonces. El Cancionero Picot, y de Chema, personaje de la historieta ilustrada; de la leche Klim (milk, al revés) y del chocolate en polvo Kresto.

El instrumento de las molestosas enemas de jabón de Castilla y del gorro de agua fría con boca grande. Tiempos de Tamakún, el vengador errante; de Vitola, la que se defiende sola; de Luis Carbonel, su poesía Negroide y los 15 de Florita; del 3er piso del teatro Rialto, de las series en los cines; de El Derecho de Nacer, con Marga López en el Teatro Independencia; La Voz Dominicana y su semana “”Aniversaria”, artistas de moda en maratónicas presentaciones en la TV en blanco y negro. Momentos de retretas y vueltas en el parque, en sentido contrario, para “hacerse ojos bonitos”, mostrar el “cuadre” propio o la onda en el pelo a lo Elvis o simplemente “lucir” una vestimenta en particular con la que se creía que estábamos “acabando” y listos para el “levante” instantáneo.

Tiempos de gloria para el radio Phillips con Bi-Ampli, precursor de la estereofonía, con su “ojo mágico” para afinar la sintonía; antenas exteriores para escuchar “clandestinamente” la CMQ y otras emisoras “de fuera” para neutralizar la castrante propaganda “informativa” del régimen; del Trópico de chocolate; de los espejos deformantes de la Lotería de Mon Saviñón en El Conde; del Santa Claus de la Margarita, personaje navideño que emigró de la tienda González Padín, de Santurce, P. Rico.

Tiempos de los cigarrillos Benefactor, primero con filtro de La Tabacalera, del Hollywood y del Cremas; del itinerante “amolador” de tijeras con su carromato de madera y sonido de armónica simple. l

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