El primero de junio marca el inicio de la temporada ciclónica del Atlántico, y este año, la Universidad Estatal de Colorado predice que será más intensa que el promedio de las últimas décadas. Los patrones climáticos están cambiando rápidamente, y nuestra región, con todo su capital natural y cultural—y también sus agudas condiciones de vulnerabilidad y riesgo—enfrenta desafíos particulares frente a los eventos de esta naturaleza. Con el comienzo de esta temporada, llega una nueva oportunidad de fortalecer nuestra capacidad de prevención, preparación, y recuperación hacia la resiliencia.

El cambio climático ha intensificado los fenómenos meteorológicos, haciendo que los ciclones sean cada vez más frecuentes, cada vez más intensos y de evolución más rápida. Según la Organización Meteorológica Mundial, entre 1970 y 2021, ocurrieron 11,778 desastres de carácter climatológico, provocando a nivel mundial 2 millones de muertes. De estas, el 90% se produjeron en países en desarrollo.

Además, estos desastres provocaron 4,3 billones de dólares en pérdidas económicas globales. Y, aunque más del 60% de las pérdidas se registraron en economías desarrolladas, representaron menos del 0,1% del producto bruto interno (PIB) de esos países. En cambio, en los países en desarrollo, el 7% de los desastres que causaron pérdidas económicas tuvieron un impacto equivalente a más del 5% del PIB.

Esto evidencia cómo el cambio climático incrementa las amenazas al desarrollo sostenible, lo que nos demanda pasar de un enfoque reactivo a uno proactivo y prospectivo para la región. Ya no basta con responder a las emergencias; debemos anticiparnos a ellas.

Desde el PNUD, estamos plenamente comprometidos con este cambio de paradigma y hemos hecho de la acción anticipatoria una de nuestras principales prioridades. Trabajamos junto a los gobiernos y comunidades para desarrollar sistemas robustos de alerta temprana, planes eficaces de contingencia y mecanismos innovadores de financiamiento que permitan actuar antes de que los desastres ocurran. Sin embargo, debemos reconocer que aún queda mucho por hacer: sabemos que la tarea pendiente es amplia, y exige esfuerzos colectivos más decididos.

Y es que la recuperación no comienza después del desastre; comienza mucho antes. Una recuperación efectiva requiere una planificación anticipada, sistemas robustos de evaluación de daños, mecanismos ágiles de financiamiento, así como sistemas de monitoreo, evaluación, y comunicación efectiva con la población.

Pero, sobre todo, la recuperación requiere un enfoque que vaya más allá de la reconstrucción física, que priorice las necesidades de las personas, particularmente de reactivación de sus medios de vida, de sus servicios públicos, y de su entramado social. Porque la verdadera recuperación implica transformar. Transformar vulnerabilidades en resiliencia, desafíos en oportunidades, y sistemas frágiles en sistemas robustos y adaptables.

En este sentido, el PNUD ha estado acompañando a los países de la región para fortalecer la gestión de procesos de recuperación y que permitan reconducir las dinámicas de desarrollo hacia la resiliencia. Nuestro objetivo es trabajar con los países para asegurar que estos procesos sean inclusivos, sostenibles y sensibles a las necesidades diferenciadas de las poblaciones afectadas, especialmente las más vulnerables.

Por eso nos sentimos tan honrados de acompañar a República Dominicana, y a toda la región, en el Primer Encuentro Regional de Coordinación frente a la Temporada Ciclónica 2025 de Centroamérica y República Dominicana que se celebró la semana pasada y congregó a 22 países en Santo Domingo. Reconocemos además al país, por asumir la Presidencia Pro Tempore del Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central y República Dominicana (CEPREDENAC) y nos unimos al llamado a la acción coordinada.

El PNUD reafirma su compromiso de apoyar estos esfuerzos a través de programas y proyectos en toda la región. Estamos convencidos de que solo mediante un enfoque coordinado e integrado podemos construir la resiliencia que nuestras comunidades necesitan y merecen.

Construyamos juntos un camino hacia una región más fuerte, más justa y más resiliente, sin dejar a nadie atrás.

Por: Ana María Díaz, representante residente del PNUD RD

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