Ginebra II, lo más cercano a una apuesta de paz

Desde el miércoles pasado se reúnen en Montreux, una localidad Suiza, ubicada en la ribera del lago Leman, justo donde nacen los Alpes, unos 40 representantes de igual número de Estados. ¿Qué buscan estos 40 países en esta pequeña…

Desde el miércoles pasado se reúnen en Montreux, una localidad Suiza, ubicada en la ribera del lago Leman, justo donde nacen los Alpes, unos 40 representantes de igual número de Estados.

¿Qué buscan estos 40 países en esta pequeña ciudad suiza de no más de 26,000 habitantes y que posee algunos de los hoteles más acogedores del mundo?
Sencillo, tal si fuera un nuevo episodio de aquella serie de ficción cuyos personajes llamábanse Pinky y Cerebro, tratan de “conquistar el mundo”.

En artículos anteriores y justo en el momento en el que la guerra civil en Siria alcanzaba niveles de exterminio recíproco entre fuerzas del Gobierno y las armas pagadas de los “rebeldes”, mis letras, como lo reitero hoy, abogaban por una salida diplomática al conflicto, como una manera de detener la escalada de violencia que avizoraba acercarse.

Ya para el año 2012, se celebró un encuentro entre las potencias, sin la presencia de Siria, denominada Ginebra I, en la que se trató de buscar la forma de detener la violencia en ese país.

Se abogaba luego porque, siguiendo esta misma práctica, pero esta vez con la presencia de los principales implicados en el conflicto, incluyendo a las propias fuerzas contendoras en terreno sirio, se pudiese realizar un evento similar, (Ginebra II) en los que se discutiera abiertamente las complejas causas de estos lamentables episodios y se buscara, entre todos, o a iniciativa de algunos, una posible salida.

Justo ahora, en un lujoso hotel de Suiza, se ha complacido a los que rogábamos porque se produjera un diálogo. Empero, los resultados posibles de este encuentro diplomático se perciben, paradójicamente ahora, mucho más difíciles que en cualquier otro momento.

¿Cuáles son las razones presentes en este momento que inducen a que se perciba una panorámica difícil de alcanzar posibles acuerdos?
Una amalgama de ellas está presente.

Primero, la comunidad internacional, o mejor dicho, las potencias que intervienen de manera determinante en este diálogo no han logrado consensuar una agenda común que permita ver una salida lo menos traumática posible a la situación política imperante en Siria, mucho menos a la situación social, incluyendo refugiados, presos políticos y prisioneros que ambas partes mantienen en su poder.

Esto ha producido que unos aboguen por un proceso de transición sistemática en Siria sin Bashar Al Assad, y otros, ni logren pronunciar esta frase. Y esto ha provocado también que desde ya, aun a contrapelo de lo que hubiese querido la ONU, se haya rechazado la presencia de actores importantes en el conflicto, como es el caso de Irán.

En segundo lugar, el contexto actual de composición de fuerzas dentro de Siria ha cambiado bastante. En el último semestre del pasado año todo parecía apuntar a la salida del poder de Al Assad, ya sea por la fuerza de las armas, financiadas, -dicen algunos- o por la acción directa, en forma de invasión o intervención – sin diferenciar en estos términos los parámetros del derecho internacional- de los Estados Unidos, aun cuando dicha “solución” era rechazada por la mayoría de la comunidad internacional.

Contrario a este panorama para el Gobierno sirio, las fuerzas que se le oponen parecían avanzar sin que hubiese fuerza humana que pudiera detenerlo, con la participación, incluso, de desertores del gobierno.

Sin embargo, en este momento todo ha cambiado. Al Assad ha fortalecido a nivel interno su fuerza e imagen con relación al pasado año, tanto así que se habla de campaña de reelección.

No ha pasado lo mismo con los “rebeldes”. Los países y fuerzas que le financiaban han disminuido sus aportes y, por el contrario, grupos yihadistas han asumido la principalía en los campos de acción, lo que ha dado como resultado la deserción y debilitamiento de este movimiento.

Este elemento podría, paradójicamente, facilitar una especie de salida beneficiosa a Al Assad, en la que se le permitiría continuar dirigiendo los destinos de su país y seguir siendo una especie de pieza de equilibrio en la zona.

No obstante, esa salida no es del agrado de un grupo de países cuyas acciones han sido y seguirán siendo determinantes en este conflicto, lo que hace previsible un estancamiento en el diálogo y una retranca importante en la búsqueda de una salida satisfactoria a todo este embrollo.

En tercer lugar está el tema de la soberanía. En la presentación argumentativa del Gobierno y de la oposición, representada en la Coalición Nacional Siria a la plenaria, solo han estado presente recriminaciones, insultos y acusaciones recíprocas de traición.

Cuando le ha tocado hablar al jefe de la delegación siria, Walid al-Mouallem, al notarse un acaloramiento de las discusiones, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, trató de detener las mismas, a lo que Al-Mouallen espetó: “Usted no sabe lo que sucede en Siria, vive en Nueva York, yo vivo en Damasco”.

En esta frase se resumen aspectos importantes: Siria no permitirá que vulneren su soberanía; pero también, deja claro que lo que se dice fuera no es necesariamente lo que se vive dentro y, además, va al diálogo armada de encono y valentía para defender su posición de acuerdo a sus intereses.

Estos y otros aspectos  intervienen para que esta “apuesta de paz” aun estando cerca de serlo, parezca más lejana que en cualquier momento y más difícil de llegar a acuerdos definitivos y conclusorios beneficiosos para todos, sin embargo, seguimos apostando a que las naciones y los hombres deben buscar la forma de entenderse a pesar de los marcados intereses que les dividen.
Espero estar equivocado y que la diplomacia logre domar la bestia y que todos salgan de allí sonrientes después de un abrazo. Eso, todos quisiéramos. l

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