La historia es laberinto

La historia es laberinto indescifrable para el común mortal que tiene conocimientos inculcados. A pesar del avance de la ciencia, la caterva acumulada de soluciones es tanto menor que lo desconocido, que parecería que todo especialismo busca trillar&#82

La historia es laberinto indescifrable para el común mortal que tiene conocimientos inculcados. A pesar del avance de la ciencia, la caterva acumulada de soluciones es tanto menor que lo desconocido, que parecería que todo especialismo busca trillar entre colegas un camino de aprobación a propuestas congruentes con un meollo teórico convertido en ideología, que solo puede producir negaciones de la verdad. Hay que preguntar a los científicos si es necesario asumir tácticas para desacreditar a colegas percibidos como adversarios, o si la ciencia exige el apego a la verdad, y a los requisitos de la objetividad.

Porque, desde mi perspectiva, la última verdad se llama datos. Lo que de ellos surge como interpretación, se expresa en términos hipotéticos o teóricos, en constructos capaces de predecir el dato mismo. No hace ciencia ni contribuye a su avance una institución que entregue dineros para ocultar hallazgos, contradecir percepciones, condicionar conceptos, hipótesis, teorías o predicciones.

No puede hacer ciencia quien paga para que hallazgos permanezcan ignorados cuando nuevas evidencias perturban el equilibrio de los modelos de la ciencia tradicional o porque contradigan otros hallazgos divulgados a través de sus prestigiosos y respetados medios de comunicación, porque así no se hace ciencia, sino ciencia acomodada, doctrina.

Durante ésta y la semana pasada procuré inquirir sobre los hallazgos sepultados para negar al mundo la existencia de un homínido gigante, sobre cuya existencia se relata en tradiciones sagradas de culturas diferentes en todos los continentes como dioses venidos del espacio estelar, quienes con su tecnología produjeron la clase de homínido que se diseminó y pobló la Tierra. Raza de gigantes a quienes los sumerios llamaron los Anunaki. Encontré tantas instancias de ocultamiento de hallazgos de huesos y esqueletos completos en relatos en toda Norteamérica, así como en México, Panamá, Ecuador y otras naciones sudamericanas, que me pareció imposible que la mentira quedara.

El daño hecho a la ciencia obliga a recomenzar el recuento de la historia humana y a tomar en cuenta como dato posible, para su investigación, el contenido de los libros sagrados que hablan de los gigantes como seres de otros mundos y de una guerra que entre ellos libraron en nuestro planeta, aunque éste es mundo donde se desconoce a voluntad el trabajo ajeno, y conservan la ciencia ideólogos reaccionarios.

Talvez fuera bueno realizar una investigación para encontrar la diferencia entre los límites de la imaginación y de la percepción de la realidad entre las personas incapaces de manejarse racionalmente dentro de la sociedad en la que conviven con hijos, familiares, vecinos, y amigos, porque como ellos se comportan los decididores del contenido de la historia al acomodar como pseudo hallazgos todo cuanto encuentran.

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