La Igualdad

La igualdad es una ficción que corre por las venas del liberalismo, aumentando su influencia en las disquisiciones políticas desde las revoluciones francesas y norteamericanas. Razones por la cual, igualdad, liberalismo político y democracia van,&#8230

La igualdad es una ficción que corre por las venas del liberalismo, aumentando su influencia en las disquisiciones políticas desde las revoluciones francesas y norteamericanas. Razones por la cual, igualdad, liberalismo político y democracia van, teóricamente, de la mano.

Si partimos de Grecia, uno de sus mayores exponentes filosóficos, Platón, no cree en ella. Más bien promueve un inmovilismo social y político, donde hijo de rey-filósofo debe ser rey-filósofo, y un hijo de labrador: labrador, debido al nivel de pureza de su constitución, como los metales.

El problema de la igualdad podrá verse desde diversos ámbitos. Uno de estos sería el de los tributos y regulaciones, con el Estado como eje principal en el campo económico y con la fuerza como motor de una “igualdad” forzada, lo que por demás es autoritario, debido a que se utilizaría la coerción en contra del que salga de los parámetros trazados.  

Otro ámbito de la discusión, es la igualdad desde el punto vista político, como un objetivo deseable. Ahora bien, podríamos preguntarnos, como lo hace  Robert A. Dahl en “La Igualdad Política” (2008: 31): “¿el objetivo en realidad se puede alcanzar, aun en un sistema democrático? ¿O algunos aspectos fundamentales de los seres humanos y de la sociedad humana presentan barreras tan altas a la igualdad política que para propósitos prácticos el objetivo está y seguirá estando tan lejano que deberíamos abandonar los esfuerzos por alcanzarlo?”. Lo cual implica una crítica al sistema democrático, siempre perfectible.

Muchas otras opciones se podrían analizar, pues la igualdad es un concepto de difícil concreción. Por esto, y por razones de espacio, solo tocaremos la igualdad en términos jurídicos. La idea de una “igualdad ante la ley, no mediante ella”.

Mediante la ley, sería una igualdad obligada, forzada, que no tomaría en cuenta las naturales diferencias entre los igualados, por lo que sería autoritaria, falsa y, valga el término, desigual. La igualdad ante la ley, supone acceso a las oportunidades en condiciones similares y, de la misma manera, un trato similar ante la justicia, (otro término esquivo).

Teniendo en cuenta, para abonar en esta parte de la tesis, el significado de la igualdad aristotélica, quien distinguía “entre igualdad “aritmética” (o numérica) e igualdad “proporcional”. La regla de la igualdad aritmética es: lo mismo para todos. “La regla de la igualdad proporcional es lo mismo para los mismos, y por tanto lo distinto (cosas distintas) para los distintos” (Sartori: La democracia en 30 lecciones, 71).

En “Rebelión en la Granja” Orwell sintetiza bien este concepto de igualdad cuando, tras el revisionismo operado por los cerdos –clase dominante-, tanto de la historia, como de las leyes y hasta del imaginario del colectivo animal, estos cambian el decálogo que regía aquella sociedad “igualitaria” por una sola ley, que decía: “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.

La igualdad ante la ley, en sociedades con tantas deficiencias históricas como la nuestra, es una ficción. Sin embargo, merece todos los esfuerzos por realizarla.

La Igualdad ante la ley, entonces, se traduciría en “justicia”, y ésta a su vez promovería el desarrollo de las potencialidades individuales.

Ahora bien, humanamente son tantas las “individualidades” que ponernos de acuerdo en torno a la igualdad, filosóficamente, es casi una quimera. Al respecto siempre recuerdo este poema español que cita Fernando Savater en su “Diccionario Filosófico” (1997:175):
“¡Igualdad!, oigo gritar
Al jorobado Torroba.

¿Quiere verse sin joroba
O nos quiere jorobar?”
¡Aaah, la vida! l

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