A todos nos es familiar la inflamación aguda visible cuando nos pica una abeja o cualquier otro insecto, cuando recibimos un traumatismo o una herida. El área afectada se pone roja, caliente, dolorosa y se hincha. Pero no podemos ver las inflamaciones ocultas en nuestros órganos, que por lo general son crónicas. La inflamación en los tejidos, debido a la reacción de defensa, produce: acumulación de macrófagos, linfocitos y células plasmáticas así como cambios exudativos con acumulación de líquidos por aumento de la permeabilidad capilar. La reacción del tejido conectivo puede provocar fibrosis.
La inflamación crónica, muchas veces incontrolable, se observa en las infecciones pulmonares, en los procesos asmáticos por broncoespasmo, en la gastritis, en la colitis, la artritis y la hepatitis inducida por el alcohol.
Actualmente se reconoce la conexión, que por lo general pasa desapercibida, entre la inflamación, la diabetes y la obesidad. La acumulación de grasa es fuente de factores que provocan inflamación crónica. El depósito de colesterol en la pared arterial, el estrés emocional, el azúcar, el índice glicémico elevado, las grasas trans, las toxinas alimenticias y ambientales, la nutrición deficiente, las infecciones y la falta de ejercicio físico son otras de las causas conocidas como generadores de inflamación crónica.
La inflamación crónica es una reacción inespecífica que se produce como respuesta inmunológica frente a los agentes químicos, físicos, biológicos, etc. que atacan al organismo. Actualmente se tienen pruebas científicas del papel que juega la inflamación crónica en el envejecimiento. Muchas personas toman a diario anti inflamatorios por prescripción médica o auto medicados, muchas veces sin base científica y de efectividad muchas veces dudosa. En el fondo, no se está atacando el factor causal. Es recomendable evitar el abuso y el mal uso de los “anti inflamatorios”, porque pueden tener efectos secundarios serios.
