Yad Vashem es el museo de Israel, ubicado en Jerusalén, en el cual esa nación guarda para siempre la memoria de cada una de las víctimas del Holocausto ejecutado por los nazis. En ese sitio está la República Dominicana entre las pocas naciones amigas de ese pueblo que supo ser solidaria y recibir a los perseguidos de la Segunda Guerra Mundial.
Es un gesto de agradecimiento por siempre de Israel hacia República Dominicana, cuando aún en plena dictadura, la nación acogió a quienes muchos países no querían recibir. Entonces fue una expresión de tolerancia, pese a los motivos no manifiestos que pudo tener el dictador Rafael Leónidas Trujillo.
Para cualquier fin, lo importante es que estamos en el mismo corazón del pueblo israelí, en una relación que no es nueva, con antecedentes en el 1800, cuando se registra la presencia de los primeros judíos en suelo dominicano.
Siempre recibieron el calor y la solidaridad dominicana. De modo que ese espíritu de amistad y respeto, aceptación y tolerancia hacia otras culturas y nacionalidades, es parte de la idiosincrasia dominicana.
Si ha sido así, no es de extrañar que los dominicanos quieran ensanchar sus vínculos con toda la humanidad, sin importar raza, religión o ideología. En este mundo, lo propio es que los países promuevan el acercamiento y el reconocimiento de otras culturas y pueblos, y eso se computa como un derecho, como parte de la soberanía de las naciones.
El hecho de que República Dominicana sea un país pequeño tampoco le puede limitar ese atributo. Es verdad que no somos una potencia militar ni tenemos ninguna influencia decisiva en los foros internacionales y mucho menos una clase económica con influencia en Wall Street o en las grandes capitales.
Pero somos una nación, con identidad propia, con capacidad para expresarse sobre asuntos que atañen a la humanidad y a pueblos que tienen también derecho a una soberanía, a la libertad y especialmente a vivir en paz en un determinado territorio, como la sufrida Palestina. El embajador de Israel se ha equivocado. Los israelíes, que tanto han sufrido, tienen que respetarnos.
