Jóvenes marginados

Durante su encuentro en la XXV Cumbre Iberoamericana en Cartagena de Indias, Colombia, los presidentes dedicaron una parte de su tiempo a la juventud y singularmente a los marginados del progreso social, aquellos que no estudian ni trabajan, los llamados&

Durante su encuentro en la XXV Cumbre Iberoamericana en Cartagena de Indias, Colombia, los presidentes dedicaron una parte de su tiempo a la juventud y singularmente a los marginados del progreso social, aquellos que no estudian ni trabajan, los llamados ninis. El presidente dominicano Danilo Medina abogó por una transformación de esa realidad que afecta a más de 20 millones en Latinoamérica, equivalente al 3.2% del total de pobladores, que ya este año ronda los 625 millones de personas, según las últimas proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Veinte millones de personas es una cifra respetable. Se relativiza si la asociamos a la población total del subcontinente. Pero seguirá siendo un número, y como tal poco impresionará. Si imaginamos un conglomerado como ese, equivalente al doble de la población total dominicana, podríamos entender que se trata de un problema serio.

Los dominicanos tenemos una muestra muy significativa de las personas que se encuentran en esa situación y es igual motivo de perturbación. ¿Qué hacemos para superarla? Obviamente, ningún decreto podrá provocar cambios inmediatos. Es el cúmulo de los grandes rezagos e inequidades sociales.

No existen fórmulas mágicas que puedan ser descubiertas en un cónclave internacional donde los gobernantes se reúnen cada cierto tiempo, analizan los asuntos comunes y retornan a sus países para continuar la rutina.

Pero esos 20 millones de muchachos sin perspectivas son el resultado de la falta de oportunidades, cuyos padres no pudieron brindarles un entrenamiento válido para la vida productiva. Ninguna formación, escolar o alternativa. Su escenario inevitable es el barrio, donde se entrenan y se convierten en caldo de cultivo para la delincuencia.

Definitivamente, los estados, los gobiernos, los líderes tienen que comprometerse para modificar las bases de la sociedad que los condena a la nada, o la violencia.

Para detener esa fábrica reproductora de ninis los estados tienen que afirmarse en un proceso para atacar las raíces de la marginalidad estructural. Depende de la elección de las prioridades y de la voluntad de quienes gobiernan.

Ir a las bases de la sociedad con un plan que al menos detenga la reproducción de tan inquietante problema social.

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