Juan Antonio, el rey de las flores

“¿Qué buscas en mi espíritu? ¿Por qué me sosiega tu presencia santa y tu eco se encierra entre rocas que mi mente alcanza?”. Esas preguntas las hace mi madre en su poesía Diálogo con el espíritu, dedicada a monseñor Juan Antonio Flores…

“¿Qué buscas en mi espíritu? ¿Por qué me sosiega tu presencia santa y tu eco se encierra entre rocas que mi mente alcanza?”. Esas preguntas las hace mi madre en su poesía Diálogo con el espíritu, dedicada a monseñor Juan Antonio Flores Santana, un pastor que de por vida tendrá gran incidencia en nuestra familia.

El rey de las flores está presente en cada rincón de mi hogar materno. Y esa presencia fotográfica nos da fortaleza para seguir adelante, como si fuera un símbolo inspirador. El día de su muerte observé sus imágenes enmarcadas y reflejaban paz y armonía, sabiduría y sencillez, temple y humildad.

El rey de las flores fue un gran amigo de mi abuela. La que conoció siendo niño cuando la veía cuidando la iglesia de Tamboril. Evocaba su nombre con respeto y admiración. Posteriormente fue el padrino de mi progenitora, cuando se graduó de maestra en la Escuela Normal. También bendijo mi bufete de abogados el día que lo inauguramos y estuvo presente en la puesta en circulación de dos de mis libros. Participó en decenas de actos de los Domínguez Brito, siempre con agrado, dispuesto a darnos su bendición en momentos de alegría y su apoyo cuando había dificultades.

Lo traté bastante, especialmente en asuntos relacionados con el Semanario Católico Camino, la construcción de nuevas parroquias en Santiago, Cáritas Arquidiocesana y aspectos propios de mi profesión, la que estaba a su servicio. Ahí conocí más al ser humano, a ese servidor de Cristo, hombre de fe, defensor de las justas causas, que sentía el dolor de los marginados, íntegro a carta cabal, desprendido.

La última vez que lo vi estaba sentado en una mecedora sencilla, haciendo lentos movimientos, con un libro de religión en las manos. Hablamos poco, casi todo sobre el padre Dubert, nuestro amigo mutuo que también está en el cielo. Sonrió con ternura de niño y mirada de pensador. Su aura de santidad se notaba. Yo, sin dudas, estaba en presencia de alguien superior.

Hoy muchos, muchos, lamentamos la partida de Juan Antonio, el rey de las flores de jardines místicos, sagrados, nobles, donde se respira el perfume de la solidaridad, del bien, del buen ejemplo, de amor al prójimo. Representó con dignidad y decoro a nuestra Iglesia. Hoy está al lado de Dios.

Y termino con la estrofa final de la poesía de Elsa Brito: “Mientras dialogo contigo, seguiré soñando, seguiré cantado, cortaré los nardos de mi prado santo, soplaré los pétalos con frágil suspiro y le diré a las rosas que he roto su nido para hacerle alfombra de jardín florido a mi blanca oveja que bajó del cielo”.

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