Una campaña electoral es el proceso mediante el cual los partidos políticos, con sus candidatos, buscan conquistar el apoyo del electorado para lograr cargos públicos. La próxima, en nuestro país, culminará el 15 de mayo.
Los que hemos vivido varias campañas electorales concluimos que las últimas han sido de las más decentes de nuestra historia. Y entre todas, la actual. No es que hayamos superado nuestras deficiencias en estos períodos, pero nuestro comportamiento es cada vez más adecuado.
Recuerdo que hace décadas constituían un matadero. En las marchas, mítines y caravanas siempre había muertos y heridos, pues el enfrentamiento entre los simpatizantes de los distintos partidos políticos era violento, donde las armas blancas y de fuego se hacían sentir.
En muchas familias reinó el luto producto de la intolerancia y de discusiones estériles. Y para colmo, no había sanción para los culpables. A las víctimas fatales las llamaban “muertos de campaña”, y todo se quedaba así, en el olvido de inmediato.
También el lenguaje era belicoso y las arengas provocativas. Las cabezas de grupo lanzaban muchas veces fuego por la boca, promoviendo el odio y la intriga. Y eso incidía en los compañeros, compatriotas y camaradas de antaño, que juraban que debían seguir ciegamente a quienes los inducían a pelear con el contrario.
De igual manera, la denominada “campaña sucia” era común. Se inventaba de todo con tal de desacreditar al adversario (ahora se hace con menos intensidad), se publicaban páginas ofensivas, se manipulaban opiniones, se decían embustes… En fin, no había límites para el agravio.
La sociedad dominicana quedaba dividida por colores y por pasiones a veces sin sentido, lo que todavía perdura en algunos sectores. Las nuevas generaciones no imaginan esa época complicada. Nacieron cuando la actividad política, al menos en ese aspecto, se desarrolla con razonabilidad.
Sin dudas, nuestro liderazgo político nacional y local ha madurado en cuanto a la forma de participar en la campaña electoral. Quizás en otros aspectos el cambio no sea tan evidente, pero vamos avanzando.
Ahora las campañas electorales se celebran en un ambiente de apreciable tranquilidad. Y si alguien se extralimita, no lo hace con la agresividad de antes. El político que hoy se exprese sin mantener la altura en el debate, es mal visto, no llega, su discurso surte un efecto distinto al que pretende.
Ojalá sigamos así, por el bien de nuestra democracia y de la armonía en nuestro pueblo. Gracias a Dios, y es bueno resaltarlo, nuestro jefe de Estado es un ejemplo de civismo, respeto y consideración en su conducta con relación a los partidos de la oposición, y eso influye para bien en la presente campaña electoral.
